
Los cultivos extensivos de Brasil y Argentina, así como los campos de frutas y hortalizas de México, Perú, Colombia y Chile han convertido a la región en el principal foco de crecimiento de los insumos biológicos agrícolas de todo el mundo. Se proyecta que en 2025 solo el mercado de biocontrol alcance los US$1.800 millones y crezca por sobre los US$3.400 millones en 2029.
El mexicano Eliseo Santos se quería sumar al ‘boom’ del tomate. Hace unos diez años, en su huerto en Puebla, inició la producción de esta hortaliza para exportar. No obstante, los problemas fitosanitarios obstaculizaron sus planes. Enfermedades como Phytophthora, Fusarium y Rhizoctonia se transformaron en un obstáculo. Su primera reacción fue enfrentarlos con los productos químicos disponibles en el mercado. “No obstante, cada temporada eran más resistentes e impedían que el fruto expresara su verdadero potencial”, dice Santos.
Ahí fue cuando buscó resolver el problema desde la raíz. Literalmente. El agricultor buscó una solución basada en microorganismos que mejoraba la vida de bacterias, hongos e insectos que rodean el sistema radicular de sus hortalizas y que promueve la resistencia y el crecimiento de la planta. La combinó con sus productos de siempre y los resultados no tardaron en llegar: “aumentó la salud y la producción de las plantas”, dice Santos, quien ahora produce tomates de exportación, además de pepinos y pimientos. El agricultor persiste en la idea de usar soluciones biológicas ante nuevos problemas: algunos de sus invernaderos sufren con nematodos, esos pequeños gusanillos que pueden ser letales para la raíz de las plantas. Ante eso, Santos está usando una fórmula basada en Paecilomyces lilacinus, un hongo que actúa paralizando los huevos y hembras del agente patógeno. “Hay que ir probando, porque son el futuro”, dice.
La historia de Santos se repite entre arandaneros y uveros peruanos, aguacateros en Colombia, así como en productores de cereza y de avellanos europeos en Chile: una buena parte de los agricultores que buscan llevar sus frutos a los mercados internacionales suman formulaciones biológicas, como las basadas en bacterias, hongos y otros microorganismos, para resolver los problemas que enfrentan en sus cultivos.
Una tendencia creciente en la región cuyos números brillan a nivel global. Según la firma de investigación de mercados DunhamTrimmer, especializada en estos segmentos, América Latina cuadruplicará su consumo de bioinsumos durante esta década. Sólo considerando los productos biológicos que se usan para proteger a los cultivos de plagas, enfermedades y hierbas, el gasto regional alcanzó los US$813 millones en 2020. La cifra subirá a US$1.680 en 2025 para cerrar en US$3.435 millones en 2029. Con ello, América Latina liderará el crecimiento global y pasaría a ser el segundo mayor mercado global de bioinsumos. Dadas sus proyecciones, solo este año el mercado debiera cerrar con una facturación sobre los US$1.100 millones en bioprotección.
Productos en base a extractos botánicos son usados en varios cultivos.
Si bien los bioinsumos agrícolas se utilizan crecientemente para la fertilización, estimulación y promoción de resistencias de las plantas, las estimaciones de mercado usualmente se enfocan en el segmento de la bioprotección o biocontrol. “El mundo de los plaguicidas e insecticidas están más regulados y, por tanto, hay un conocimiento mejor de los registros, importación y uso de ellos”, dice Magdalena Garcés, subgerente de marketing estratégico, nuevos negocios e innovación en la firma chilena Anasac y que tiene presencia en la mayor parte de América Latina. “En el mundo de los bioestimulantes, en cambio hay mucha producción local, muy atomizada, por lo que es muy difícil conocer su dimensión real”.
Donde sí hay certeza es en los factores que impulsan el uso de biológicos en los campos latinoamericanos: el mayor interés de los supermercados internacionales en la sostenibilidad de los procesos agrícolas de los productos en sus vitrinas y las cada vez más fuertes restricciones regulatorias en mercados como el europeo en el uso de químicos. Estos factores, han hecho que sea justamente la agricultura de exportación la que tome la delantera en los mercados de la región.
Así lo explica la colombiana Juliana Sarmiento. Desde su rol como gerente general de la firma Biocultivos y de co-diretora ejecutiva de la Agremiación Colombiana de Bioinsumos para la Transformación del Agro (Asobiocol) reconoce que es el sector exportador el que tiene los verdaderos incentivos para buscar las opciones biológicas en sus campos. “Generalmente en el agro se ha estado acostumbrado al uso de insumos químicos y esto es una transición que a veces cuesta trabajo”, dice. “No obstante, el crecimiento del sector exportador en productos relacionados con la alimentación sana, como la fruta, se han visto obligados a tener procesos productivos mucho más limpios y, por ende, se han volcado al uso de biológicos”.
Colombia alcanzó en 2021 una exportación de productos agrícolas de US$9.418 millones, con un relevante crecimiento de 19,9%. Se trata de un dinamismo que debiera mantenerse en 2022 gracias a la importante expansión de frutas como la palta.
El dinamismo exportador es también lo que da energía a este mercado en Perú, el cual tuvo exportaciones de US$9.172 millones en productos agrícolas en 2021, con un alza de 18%. “Esta tendencia por los biológicos viene de hace unos años atrás y surge por los requerimientos de las grandes cadenas de abastecimiento de alimentos en el mundo”, dice Hugo Jara, gerente comercial de la distribuidora Point Andina. “Estos exigen alimentos con menos residuos de plaguicidas, más inocuos, más sanos, más limpios”.
La tendencia se replica en México donde convive una gran agricultura extensiva de cereales como maíz, trigo, caña de azúcar y algodón que se enfocan en el mercado local, y un dinámico sector exportador de productos de mayor valor como paltas, tomates y berries. Frutas y hortalizas explican la mayor parte de los casi US$24.000 millones en productos agrícolas exportados por México en 2021, según cifras de FreshFruit Perú, con un alza de 10%. Son también las que explican la mayor parte del gasto de US$200 millones que DunhamTrimmer atribuye a productos biocontroladores en México en el año 2020 y que debieran cerrar la década en torno a los US$500 millones.
“Siempre va a haber por ahí algún productor de maíz, o va a haber algún productor de trigo con ideas de sustentabilidad aplicando productos de bajo impacto ambiental”, dice Óscar Cruz, director de desarrollo de mercado de la firma de bioinsumos Innovak Global. “Pero la realidad es que el 95% del mercado en ese tipo de cultivos no tiene ese objetivo y sistema de producción”.
Cruz explica que el desarrollo de los bioinsumos en México está vinculado principalmente a cultivos tecnificados de alto valor cuyo foco está en la exportación, partiendo por la palta, que sumó exportaciones de US$3.000 millones en 2021, los berries con otros US$3.000 millones y el tomate, con casi US$2.000 millones. “Estos son productos que van a mercados donde hay disposición a pagar por mayor calidad de procesos, y que permite una mayor inversión por kilo de producción”, dice Cruz. “Si bien tienen una participación menor en el área cultivada del país, el 95% de los productos biológicos en México se consumen en cultivos intensivos como frutales que apuntan al mercado internacional”.
En los últimos cinco años, dice Cruz, el mercado de los bionsumos en México se ha triplicado. Según sus propias estimaciones “puede ya estar sumando unos US$ 400 millones y mantiene tasas de 15%-20%”, dice Cruz. “Los biológicos están tomando rápidamente el mercado de las moléculas usadas en los agroquímicos tradicionales, las que se están dejando de usar por temas regulatorios o por demanda de los mercados”.
Ejemplo, dice, algunos insecticidas pertenecientes a familias como organofosforados y carbamatos están siendo totalmente restringidos en su uso por su alta toxicidad e impacto en la salud humana. “En el mismo caso se encuentran también algunos herbicidas y fungicidas, y así podemos ir identificando cada año más restricciones en su uso y cada vez más regulaciones internacionales, como las certificadoras de producción para comercializar en los mercados que apuntamos”, dice.
Para Ignacio Simón, presidente de la Asociación Mexicana de Productores de Bioinsumos (AMPBIO), la tendencia de reemplazar a químicos con productos biológicos, así como la mayor importancia de la sustentabilidad en los campos, recibió el impulso reciente de los altos precios de los fertilizantes por los problemas del covid y la guerra entre Rusia y Ucrania. “Fue un tema que nos favoreció como productores y que llevó también a que más gente que estaba haciendo cultivos en forma química ahora está queriendo incursionar en los procesos biológicos”, dice Simón. Esto estaría ayudando a aumentar presencia en cultivos extensivos como lo ha sido el esquivo maíz y su enorme potencial: siendo el país donde se originó el maíz, México dedica 7 millones de sus 22 millones de hectáreas agrícolas a este cereal.
La historia de los bioinsumos en Brasil contrasta con la mexicana y la del resto de América Latina por la importancia que tuvieron los cultivos extensivos. El mayor país de la región y una de las mayores potencias agrícolas a nivel mundial, “es el país donde más se utiliza control biológico en el mundo”, dice Wagner Bettiol, especialista en patología vegetal y destacado investigador de la Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria (Embrapa). Según Bettiol, la estimación dice que en 2021 el control biológico superó los 50 millones de hectáreas, y espera un crecimiento de 10%-20% para este año, con lo que podría llegar a 60 millones.
Esta escala planetaria solo ha sido posible porque los productores de soya y de otros cultivos extensivos, altamente globalizados y tecnificados, incorporaron velozmente biocontroladores a sus campos. “A diferencia del resto del mundo, en Brasil crece el uso de productos biológicos, gracias a los cultivos extensivos, como soya, maíz, etcétera”, dice Garcés, de Anasac. “Esto es interesante porque en general este es uno de los grandes desafíos futuros del mundo biológico: hoy, la mitad de este mercado mundial se enfoca en frutas frescas y en hortalizas, pese a que tienen una superficie mucho menor que los extensivos”.
Según Bettiol, de Embrapa, un buen indicador del veloz crecimiento es la cantidad de hectáreas que usan Trichoderma como control biológico: mientras que en 2008 eran 600.000 hectáreas, en 2021 superaron las 20 millones. “En 2019 había 21 productos registrados con Trichoderma; en abril de 2022 había 41”, dice Bettiol.
Si bien, los primeros productos de biocontrol registrados para ser comercializados en Brasil solo datan de 2005, los agricultores de ese país tienen una larga tradición de encontrar soluciones biológicas a las enfermedades y plagas que enfrentan sus campos. Se trata de una tendencia que tomó especial fuerza en los años 40 del siglo XX, cuando el virus de la tristeza (Closterovirus), atacó a los cítricos brasileños, prácticamente acabando con esta industria. La recuperación se dio gracias a una combinación de patrones tolerantes y premunición con cepas débiles del mismo virus. Desde 1968, las plantas de cítricos con el virus de las cepas débil son comercializados en Brasil y hoy prácticamente todos los árboles están premunizados. “Si bien no hay registro de productos de estas dos cepas para comercializar, este es el ejemplo más exitoso de control biológico de enfermedades de plantas en América Latina”, dice Bettiol.
Las tendencias brasileñas se reflejan en sus cifras. Según los indicadores que maneja Anasac, Brasil representa la mitad del mercado latinoamericano en biológicos y el 10% del mercado global. “Pero su tasa de crecimiento es muy alta, que debiera superar el 25% en los años que vienen”, dice Garcés.
Las cifras coinciden con las DunhamTrimmer: la estadounidense estimó un monto cercano a los US$300 millones para el mercado de biocontroladores en 2020, el cual superaría los US$1.800 millones en 2029, con un crecimiento promedio anual de 23%.
El uso de Trichoderma se ha extendido con fuerza en la última década en cultivos extensivos en Brasil.
Fue una persistente enfermedad en un huerto lo que convenció al chileno Carlos Hernández a buscar opciones biológicas para sus campos de cerezos. El cáncer bacteriano, uno de los principales problemas sanitarios en estos cultivos, fue la enfermedad que encontró en uno de los huertos que su empresa adquirió en 2018 para sumarse al ‘boom’ que este cultivo ha tenido en Chile en los últimos años. El gerente agrícola de Agrícola Innova redujo el tratamiento en base a aplicaciones de cobre que ese huerto llevaba por años sin lograr resultados. “Los árboles se veían mal, tenían muchos cancros, muchas heridas que reflejaban la muerte de sus tejidos”, dice Hernández. Junto a su colega Gonzalo Catalán decidieron probar Nacillus, un bactericida basado en cepas nativas de Bacillus spp. y Brevibacillus brevis. Estos pequeños microorganismos colonizan la planta y dejan sin espacio a las bacterias que producen el cáncer. “Nos fue muy bien: el huerto se recuperó con vigor y hoy usamos esta solución biológica en las más de 500 hectáreas de cultivos que tenemos”, dice. “Desde que vimos estos resultados estamos muy abierto a encontrar nuevas soluciones biológicas para objetivos en que antes solo usábamos químicos: hay que ser riguroso en el análisis, porque es verdad que en esto hay mucha música, mucho producto que no funciona, pero si hay empresas series con formulaciones bien con resultados verificados, las probaremos”, dice. De hecho, ahora la firma está probando BioLife Phsycro, un producto que se aplica vía aérea y que reemplaza el tedioso trabajo de pintar los cortes después de la poda para evitar la infección con hongos.
La industria frutícola chilena, la más experimentada de América Latina, es una de las más avanzadas en materia de uso de bioinsumos en la región. De hecho, su dinamismo ya no está relacionado necesariamente a la sustitución de químicos, ni a la dinámica exportadora. Los US$9.241 millones exportados por la industria agrícola de Chile en 2021 reflejaron un crecimiento de solo 5,3%, muy por debajo de sus países vecinos y competidores. En este contexto, son los nuevos usos de biológicos los que dan energía a estas categorías.
“En Chile, los biológicos que hoy existen como alternativas a los productos químicos son productos que han ido madurando y que ya se ha posicionado muy cerca de su potencial. Es lo que ya ha pasado como con el tema de los Trichoderma, los Bacillus subtilis, y otros”, dice Gonzalo Lagos, CEO de la firma de bioinsumos AgroAdvance. “El mercado local de los biológicos va a empezar a crecer en base a nuevas soluciones que apunten a nuevos usos que los químicos tradicionales no abordaban”.
Da como ejemplo el caso de los bacteriófagos, para Xanthomonas en nogales o Pseudomonas en cerezos, una función que cumplen productos biológicos y que no tienen contraparte en los químicos. “Los biológicos van a ir creciendo porque le van a pegar a otros problemas, son soluciones distintas a las que ya existen”, dice Lagos.
“El mercado chileno ya tiene mucho de la sal y el azúcar y necesita productos nuevos”, dice Romina Almasia, quien dirige la investigación y desarrollo para la firma Fertilizantes del Pacífico (Ferpac). Es, además, directora de la Red Chilena de Bioinsumos, una asociación de empresas y profesionales del área. “Ya hay mucho Trichoderma y Bacillus. Si bien hay que tenerlos, la idea es tener nuevos principios activos y en eso estamos trabajando”.
Según Anasac, el tamaño del mercado chileno en control biológico llegó a cifras en torno a US$ 25 millones en 2021, con un crecimiento en torno a 15%. DunhamTrimmer tiene una cifra mayor para este mercado: señala que la cifra está en torno a US$ 58 millones en 2020 y que debiera superar los US$ 200 millones en 2029.
Eso sin contar el dinámico campo de los bioestimulantes, que apoyan la nutrición, el crecimiento y la resistencia en las plantas. Se trata de un mercado dominado por los extractos de algas, los que hoy se encuentran en casi todos los campos. Pese a que no hay cifras exactas, se estima este mercado sobre los US$20 millones.
Los aminoácidos son el segundo segmento de los bioestimulantes en Chile y debe estar en torno a los US$15-20 millones anuales. Aquí, a diferencia de los extractos de algas, la producción local es significativa. Aminochem, por ejemplo, es una empresa local que produce aminoácidos a partir de la industria del salmón, una de las principales actividades económicas de Chile.
Los ácidos húmicos y fúlvicos se usan bastante en Chile. Se estima que este mercado debe estar entre US$10-15 millones. Es un sector donde dominan los actores internacionales presentes a través de importadores y distribuidores locales.
“No conozco una cifra general del mercado, pero nosotros venimos creciendo hace bastantes años y si bien la curva se ha ido desacelerando, esto es porque el volumen se ha ido haciendo más interesante”, dice Alfonso Besa, gerente de marketing de Martínez y Valdivieso (M&V), una de las principales distribuidoras de productos biológicos de Chile y con presencia también en Perú. “Ya no veremos los grandes saltos porcentuales que veíamos hace 15 o 20 años, al principio, cuando se introducían los primeros Trichoderma, los primeros B. subtilis”.
Besa señala que hoy todos los actores en la industria de los bioinsumos agrícolas ya tienen su línea de biológico, combinando oferta de producción local e importados.
“En Chile, hay productos biológicos que son tan aceptados, que ya ni siquiera se consideran biológicos, pues parecen más tradicionales”, dice Eduardo Donoso, quien co-fundó BioNativa. “Nadie se cuestiona que se usen soluciones de alga en los campos o un aminoácido de fotosíntesis; lo mismo pasa con ácido húmico”.
Besa, de M&V señala que hay categorías que se ha ido copando con bioinsumos, como es el caso de los biocontroladores para la Botrytis cinerea, el hongo patógeno y que es especialmente fuerte en las vides. “En Chile, la enfermedad número uno es la Botrytis”, dice. “Es especialmente fuerte en uva de mesa, pero que también se está pegando en la cereza. Hay varias soluciones basadas en hongos, como Trichoderma, o con bacterias, como B. subtilis, o con extractos, que compiten por ganar espacio en ese uso; hay mucho producto posicionándose ahí y en franco reemplazo de productos sintéticos, con igual o mayor efectividad”.
Este es un aspecto clave, dicen los actores de la industria. Si bien las grandes cadenas de supermercados internacionales exigen reducir la traza química de las frutas que compran, lo que incentiva a los productores a usar más productos biológicos, su crecimiento en Chile no habría sido posible si no hubiese un desempeño equivalente al químico tradicional.
“El comprador de insumos es muy sofisticado y pide resultados: muchos de quienes nos dedicamos a este rubro hemos tenido que demostrar que la efectividad de nuestros productos es igual o superior a la opción química tradicional”, dice Paulo Escobar, CEO de BioNativa. “Han sido los buenos resultados los que han impulsado este segmento”.
Los cultivos de exportación de fruta se llevan el 85% del gasto en bioinsumos en el país según Anasac. Pero no todos los frutales los usan con la misma intensidad. “Dentro de los que más consumen bioplaguicidas está la uva de mesa, seguido de las viñas, arándanos y pomácea”, dice Garcés, de Anasac. “Las cerezas no están en este listado, porque la mayor parte de su producción va a China, donde los límites máximos de residuos son menos exigentes que los de Europa o EE UU”.
Nematodos y hongos bajo el microscopio. en una muestra de suelo y compost.
Para la agrícola peruana Fegurri, el uso de biológico ya no es una apuesta. “Es una realidad”, dice su gerente general Alejandro Carvajal. “Esto porque al reducir en gran porcentaje el uso de químicos para el control fitosanitarios, los cultivos pueden llegar sin restricción a más mercados en el mundo, acota”.
La compañía de fruta peruana empezó hace cinco años a introducir en su planificación fitosanitaria el biocontrol para sus campos de uva de mesa, paltos y cítricos. Esto, para combatir, especialmente, nematodos, chanchito blanco y oídio.
Si bien ya gozan de sus beneficios al tener campos más saludables, explica que el aprendizaje aún continúa: su objetivo es apuntar a que las aplicaciones de productos de biocontrol tenga una mayor eficacia y así ir reduciendo costos que suelen ser más altos con este tipo de opción.
“Si un producto controlaba con una buena cobertura entre tres a cuatro días, hoy buscamos que sea un producto que controle de cinco a seis días. Estamos tratando de contar con productos más eficientes y más eficaces”, detalla tras indicar que esto está siendo investigado in situ en los campos de la empresa.
Debido a que confían en el control con bioinsumos, Carvajal detalla que el presupuesto del plan sanitario de la empresa se divide en 50% de aplicaciones químicas y el otro 50% de biológicos, incluso puede llegar, en algunos casos, al 60%. “Algunos productores me dicen que no podrían dejar tanto en manos de los biológicos, pero eso es porque no se han dado un espacio y tiempo para aplicar y conocer estos productos”, dice. “Hoy siguen aplicando químicos siguiendo la curva de degradación de los residuos, pero sabemos que los mercados cada vez exigen más productos sin trazas de químicos”.
Para combatir los patógenos, comenta que vienen utilizando productos que utilizan organismos vivos como Bacillus subtilis o Paecilomyces. Con este último, comenta que se ha formulado un producto que mata los huevos de los nematodos, algo que no existía hasta hace poco en el rubro de biológicos.
Son decisiones como las de Fegurri las que han convertido al mercado peruano en uno de los más atractivos para la industria de bioinsumos de América Latina. De hecho, la mexicana Innovak Global, que tiene presencia en 29 países, dice que mira este mercado con especial atención. “El segundo mercado después de México para nosotros es Perú; tanto para nosotros como para firmas españolas o italianas de biológicos, seguramente Perú también está después de México”, dice Cruz.
Parte de ese dinamismo se ve en las importaciones de productos agrícolas, los que complementan una creciente oferta doméstica de formulaciones. En el primer semestre de este año, aduana registró un crecimiento de 12% en el valor de los insumos biológicos agrícolas importados en el país. Así lo señala Helder Díaz, director comercial y de marketing en Agro 360°. “Durante 2021, las importaciones de biológicos agrícolas llegaron a US$29,1 millones, un alza de 30% en relación al año previo”, dice Díaz. Según sus cifras, la importación total de insumos agrícolas sumó US$335 millones, lo que hace que los biológicos solo representen un 8,7% de este mercado versus el 91,3% al que llegan los químicos.
“Si vemos la tasa del crecimiento anual de las importaciones de insumos agrícolas biológicos de los últimos seis años, la tendencia nos indica un crecimiento estimado del 17%”, dice Díaz. “Por ende, me atrevería a decir que este año el crecimiento de insumos biológicos seguirá creciendo a dos dígitos y superará el 20%”. Esto, considerando que buena parte de las compras de este tipo de productos en Perú se da en la segunda parte del año, debido a las cosechas de arándanos, uvas y otros. La estimación de Agro360° es que solo la segunda mitad del año se importarán US$22 millones en bioinsumos, con lo que cerrarán el año con cerca de US$35 millones.
Estos son los factores que han impulsado a grandes firmas como la multinacional Bayer, que destina millonarios presupuestos a la búsqueda de nuevas moléculas químicas, ha desarrollar a la par una paleta de productos biológicos. “Si bien Bayer es una empresa que pertenece a la industria química, no estamos exentos de invertir e innovar desde el lado de la producción biológica”, dice César Torres, gerente de marketing en campo (Field Marketing Manager) de la empresa alemana en Perú. “Hemos comprado hace unos años un laboratorio que se llama AgraQuest en Estados Unidos, que nos ha permitido tomar el toro por las astas en la producción de Bacillus con el que elaboramos Serenade y que ha sido un gran aporte para la agricultura nacional”. El producto es, de hecho, el segundo biológico más importado en el país, con US$1,9 millones registrados por aduana en 2021.
No obstante, el mercado peruano también ha tenido un desarrollo de formuladores biológicos locales y que complementan las importaciones. Según las estimaciones de Agro 360°, estas representan más del 50% del mercado, con lo que el tamaño del mercado se puede dimensionar en torno a los a US$ 60 millones para 2021, considerando tano biocontrol como bioestimulantes.
Uno de los casos de producción local es el de la empresa Limsa, fundada hace cinco años, tiene un catálogo solo conformado por productos biológicos en base a microoganismos. Nicolás San Martín, gerente técnico de la firma, recuerda que en un inicio tuvieron apostolado para convencer a los productores, sobre las ventajas del uso de bioinsumos. “Yo no podía llegar a una empresa a decirles que saquen los químicos. Había que vender todo un concepto sobre el manejo más natural de los cultivos”, indica tras explicar que el 90% de sus clientes manejan campos convencionales, no orgánicos. Ahora todo ese concepto que explicaba a sus clientes es parte de una tendencia mundial que se ve reflejado con mayor claridad en Perú, indica.
Otro indicador del avance del mercado de bioinsumos es el número de laboratorios de producción de controladores biológicos, registrados por el Servicio Nacional de Sanidad Agraria (Senasa), que suman 59 a nivel nacional, de los cuales al menos unos 15 pertenecen a las propias agroexportadoras que han buscado la manera de proveerse de sus propios productos biológicos. El resto son iniciativas con fines netamente comerciales.
Uno de estos laboratorios fue instalado por Agroindustrial Beta en Ica, para la producción de insectos benéficos. Primero nació como una necesidad de controlar las plagas en el espárrago y para ello comenzaron con la crianza de Chrysoperla Asoralis y de Trichogramma Pretiosum. Luego de ellos se sumaron dos tipos de insectos más para no solo controlar los campos de espárragos sino de uva de mesa. Hoy se preparan para liberar insectos benéficos en 200 ha de arándanos y 20 ha de mandarinas.
Sibyl Loayza, subgerente de aseguramiento calidad fundos de Beta, comenta que el autoabastecimiento les ha generado ahorros en la estructura de costos del programa sanitario. Refiere que cuando han necesitado comprar a terceros han pagado hasta tres o cuatro veces más el costo que ellos manejan con producciones propias.
Sobre todas estas actividades con sello nacional, resulta difícil determinar el volumen y montos que mueven en su conjunto. Lo que destacan diferentes productores que exportan sus cultivos es que el control biológico representa el 20% frente al uso de químicos, una cifra que sube con fuerza en el caso del arándano.
“Normalmente, en las fechas de cosecha es donde se tienen más problemas por enfermedades en arándanos. Probablemente, yo diría que en este cultivo se está usando casi un 70% de biológicos frente a los químicos. Luego viene la uva de mesa que requiere en ciertas etapas fenológicas y de allí la palta que usa menos biológico”, dice el académico Dr. Luis Álvarez, de la Universidad Nacional San Luis Gonzaga de Ica.
El arándano fue, de hecho, el cultivo que ha generado más crecimiento a En Vivo: el biopesticida más vendido en Perú empezó a comercializarse en el país hace cinco años, cuando el tratamiento de lepidópteros empezaba a ser un problema para un manejo agronómico de los arándanos a medida que sus hectáreas cultivadas crecían exponencialmente.
En este primer semestre, Agro 360° también actualizó un estudio de mercado dirigido a 80 productores agroexportadores de distintos cultivos. “El resultado fue que todos los productores de agricultura convencional utilizaban por lo menos tres productos biológicos, siendo los productores de arándanos y uva de mesa los que más aplican esta línea de insumos biológicos”, dice Helder Díaz, su gerente de marketing. “Por otro lado, los productores de hortalizas como espárragos, capsicum ya van alcanzando el 15 y 20% de este uso. Algo similar se puede ver en otros frutales”.
En Colombia, el uso de bioinsumos es también una tradición de varios siglos y encuentra sus raíces en las culturas indígenas y afroamericanas, dice Marina Sánchez, líder del grupo de investigación en Agroecología de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) sede Palmira. No obstante, factores modernos y los mercados globales están extendiendo su uso y que ha llevado que hoy existan 253 empresas registradas en la autoridad para comercializarlos.
“Entre los sectores que han impulsado el consumo de bioinsumos están el aguacate Hass, las pasifloras, los arándanos, el banano, el café y otros productos de exportación”, dice Nicolás Cock Duque, presidente de BioProtección Global, la federación internacional de asociaciones nacionales de biocontrol. “Este crecimiento en la agroexportación no solo se da por el tema de residualidad; también porque los productores están optando por bioinsumos como una alternativa de buen desempeño”.
La organización señala que Colombia tiene una participación de 4,1% del mercado latinoamericano, lo que sumaría unos US$ 35 millones en biocontroladores en 2020.
Según, Jaime Rubio, Gerente Nacional de Ventas en BASF agrega que, “la tendencia más grande en el uso de bioinsumos se está dando en cultivos bajo invernadero, pero no quiere decir que no estén indicados en cultivos a campo abierto. Por ejemplo, en café hay una tendencia para el control de broca con Beauveria bassiana y en general, básicamente en cultivos de exportación, en donde los registros de los agroinsumos tradicionales son más estrictos en todo lo que tiene que ver con residuos en el producto final”.
Sin embargo, frente a todo este potencial de desarrollo, Cock Duque, destaca que actualmente los bioinsumos representan solo entre el 4% o 5% del mercado total de insumos agrícolas y que el país no tiene una capacidad instalada para reemplazar los químicos de un día para otro. “Esa cifra significa que hoy el 95-96% del mercado es de soluciones químicas”, dice. “Sin embargo, sí se nota una demanda mucho más acelerada por este tipo de soluciones que no son tan afectadas en sus costos de producción, como sí lo son aquellos productos que son importados y que están expuestos a la tasa de cambio, a las volatilidades por el precio del petróleo, al tema de las cadenas de abastecimiento y la escasez de contenedores”.
Frente a los jugadores del mercado de bioinsumos en el país, Cock destaca que hay una serie de fabricantes que han apoyado al desarrollo inicial de tecnologías que han demostrado su eficacia, su pertinencia y su competitividad. “Estos fabricantes hoy están en capacidad de respaldar o resolver una porción más grande de las necesidades que tienen los agricultores en cuanto a biológicos, es decir, están en capacidad de empezar a complementar o hacer menos crítica esta altísima dependencia que tenemos de insumos sintéticos”, dice. De las 253 empresas registradas hoy como proveedoras de bioinsumos, 132 son productoras. Cabe destacar que en 2009 había en total 90 compañías registradas, la mayoría de las cuales eran solo importadoras. De acuerdo con información del ICA, mientras en el 2016 se producían 1.509.841 millones de kilogramos de bioinsumos en Colombia, en 2020, la producción alcanzó un crecimiento del 80,2% con un total de 2.042.291 millones de kilogramos (646.502 litros de bioinsumos).
Se espera que las cifras vayan incrementando. Y es que, según el Plan de Bioeconomía al 2030 del MinCiencias, se tiene proyectado que la bioeconomía aporte 10% al PIB en el año 2030 y que, a ese mismo año, haya más de 500 bioproductos que incluyan nuevos principios activos, bioproductos en etapas pre-comerciales y comerciales y ampliaciones de registros a nuevos mercados nacionales e internacionales.
“Cada vez hay más registros ICA para bioinsumos que vienen siendo aprobados, asimismo nuevos jugadores, tanto nacionales como internacionales que están entrando al mercado colombiano. Desafortunadamente en el sector hay mucha informalidad y mucha piratería de productos de mala calidad y, eso desafortunadamente es un enemigo muy grande de las empresas que sí hacen el trabajo bien hecho, que hacen investigación, desarrollo, control de calidad, que son legales en todos los sentidos”, señala el presidente de BioProtección Global.
Por su parte, Carlos Sepúlveda, gerente de mercadeo en BASF agrega que, “están ingresando al mercado formulaciones profesionales, de productos especializados y para eso han entrado en el mercado compañías multinacionales, de alta innovación, de alta tecnología, que no solamente tienen un biológico, sino que tienen determinadas cepas con un proceso industrial y tecnificado que hacen que sean más activos biológicamente y tengan un mejor resultado en campo”.