
De las 12.000 hectáreas de arándanos que hay en tierras mexicanas, el 90% está instalada en contenedores y bajo macro túnel, en lo que es una industria joven y potente por la que hoy en día están apostando inversores extranjeros que conocen muy bien el cultivo. En Colombia, no se entiende este cultivo si no es en maceta y bajo plástico. En las siguientes páginas el Dr. Carlos Castillo, asesor internacional, especialista en berries, entrega algunas claves del cultivo de arándanos en contenedores.
Por Marienella Ortiz y Rodrigo Pizarro Yáñez
Una industria joven y potente, como la del arándano, no se construye de la noche a la mañana. En el país han hecho falta pioneros que apostaran por el cultivo, por las primeras variedades y por el diseño de los primeros en huertos en zonas donde no se tenía claro si el cultivo se adaptaría o no. Lo hicieron mirando de cerca a las producciones chilenas y también a las mexicanas que, con un clima más parecido, estaba levantando una industria a base de la misma variedad que fue conquistando las primeras superficies cultivables en Perú: Biloxi.
Sin embargo, los primeros años no fueron lo que los productores hubiesen deseado, sino todo lo contrario. “Se aprendió muchísimo”, afirma Carlos Castillo, asesor, especialista en arándanos, que ha desarrollado su carrera profesional en México, Centroamérica, Perú y Ecuador. Porque cuando se estableció el cultivo en el país faltaba entender algo. Y es que se estaba plantando en un clima tropical un cultivo que proviene de las zonas septentrionales del mundo. “Eso no lo habíamos entendido. Como es una latitud diferente, son plantas que vienen de desarrollarse en el sotobosque de los bosques de coníferas, donde reciben la refracción de la luz generada por las acículas, que son las estructuras de hoja de las coníferas. Eso les permite tener luz de buena calidad. En la parte baja de los bosques, y naturalmente, el arándano tenía acceso a una calidad de luz muy buena y, por otro lado, las mismas acículas que caían al suelo, lo iban acidificando y hacían una composta con condiciones de pH ácido y muy ricas en fierro de hasta 3.500 ppm”, explica sobre una especie que se desarrolla mejor bajo estas condiciones. “Eso no lo entendíamos, porque lo estábamos sacando de su hábitat natural, donde tiene condiciones de horas frío que le permiten reventar yemas en una buena cantidad y producir fruta”, añade.
Lo anterior llevó a que muchos inversionistas fracasaran en sus intentos de desarrollar el cultivo en el territorio. En concreto, entre 2004 y 2010 hubo inversiones muy fuertes que tenían a la variedad Biloxi como el caballito de batalla de los arandaneros del país. “Hubo problemas con la calidad de las plantas y también hubo inconvenientes porque el arándano se plantó en condiciones que no son adecuadas para el cultivo, en suelos con pH alcalinos y mal drenados y en zonas con climas completamente adversos para el desarrollo del cultivo, donde se hicieron proyectos muy grandes”, explica Castillo.
Entre 7.000 a 9.000 plantas/ha puede sustentar un huerto de arándanos en contenedores.
Sin embargo, eso ocurrió hasta 2010, porque precisamente un año más tarde comenzó a desarrollarse un cultivo completamente diferente, en contenedores y con sustrato. Tras probar 45 sustratos y 280 mezclas se concluyó que había dos que sobresalían por sobre los demás: Peat Moss (turba) y fibra de coco. “Precisamente, los buenos resultados con ambos sustratos motivaron la inversión de proyectos en contenedores”, precisa, sobre el cambio radical que experimentó la industria del arándano en México, donde hoy en día el 90% de una superficie total de unas 12.000 hectáreas (ha), está cultivada en contenedores, ya sea en macetas o bolsas, con turba o fibra de coco. “Eso ha cambiado el rostro a esta industria, que hoy es muy exitosa”, afirma Castillo.
Aunque para volverse exitosa, los responsables de los huertos hicieron mucha prueba y error. “Lo importante es que, en ningún momento se deben mezclar los sustratos. Eso le costó a los productores mexicanos mucho dinero y unos seis años de fracasos”, apunta. De esta forma, los productores comprendieron que a la fibra de coco se le debe dar un manejo homogéneo, con un adecuado uso del agua. “Cualquiera de estos dos se puede adaptar bien”, afirma el especialista, son la salvedad de que la turba retiene un poco más de humedad, entre 15% y 18% más de humedad que la fibra, que da más oxigenación. “Por ejemplo, Victoria y Ventura son variedades cuyo sistema radicular requiere un poco más de humedad y de nutrientes, todo lo contrario, por ejemplo, que Biloxi. Es muy importante que la humedad sea homogénea y baje para que la planta tenga disponibilidad de agua”, sostiene.
Una vez que se ha decidido por un cultivo en contenedores, la pregunta que corrientemente se realizan los productores es, ¿usamos bolsa o maceta? Y, si bien hay muchos criterios al respecto, “no hay muchas diferencias entre ambas”, afirma el asesor, “siempre y cuando se escoja la bolsa con los colores adecuados, de acuerdo al clima donde se instalará el cultivo”, añade.
Así, según el asesor, en climas fríos, el contenedor (maceta o bolsa) de color externo blanco e interior negro, funciona, ya que mantiene la temperatura y la parte blanca refracta la luz del suelo y eso le gusta al arándano, mientras que en condiciones de mayor temperatura, el experto recomienda usar contenedores de color blanco en el exterior, mientras que el interior debiera ser gris plata. Lo cierto es que los contendores tienen una gran ventaja y es que no hay que ponerles base para que drenen. Es la facilidad de operatividad porque tienen más de dónde agarrar. “Eso es una ventaja a la hora de hacer manejos”, afirma el consultor, que subraya un tema importante: “Cuando hacemos una plantación de arándanos, antes de todo, tenemos que diseñar el drenaje, tanto si es plantación en suelo o si es un huerto cubierto con ‘grand cover’. Y se puede hacer un drenaje sencillo, de estilo francés, que es hacer una zanja, llenarla de piedras y cubrirla con tierra. Eso nos ayudará a solventar con mayor medida los problemas fitosanitarios y también de plagas, porque sacar la humedad es un tema fundamental”.
-¿Qué tan importante es la distribución de las bolsas?
Tras probar 45 sustratos y 280 mezlcas, se concluyó que los dos mejores son la turba y la fibra de coco.
-Es clave. Su distribución debe ser homogénea, no solo porque se vean bonitas, sino para permitir que haya luz y que corra el viento. Los huertos simétricos no son para que se vean bonitos, sino para que haya una distribución homogénea de la luz y que permita el paso del viento.
-Eso es por un tema de productividad de las plantas.
-Claro. Antes, hablábamos de que el nivel de producción oscilaba entre 500 y 800 gramos por planta, a densidades de 5.500 y 6.500 plantas por hectárea. Sin embargo, en contenedores podemos tener entre 7.000 y 9.000 plantas por hectárea, lo que permite mayores rendimientos.
-Y, en definitiva, se conoce más al cultivo
-Sí, se han entendido los manejos y los programas de nutrición, y esto ha hecho que el primer año se logren rendimientos importantes. También la genética tiene mucho que ver. Se empezó trabajando con Biloxi de propagación ‘in vitro’, que hicieron que la planta tuviese un vigor y condiciones diferentes y que fuese altamente productiva. Así, a esas plantas le podemos sacar entre 1,2 kg y 1,5 kg por planta que, si lo multiplicamos por 9.000 plantas, nos da 16 toneladas por hectárea. Eso, a un precio promedio de US$5,50/kg, nos da unos US$88.000 por hectárea de rentabilidad, con lo que casi se cubren los costos de producción del primer año, que están entre US$75.000 y US$100.000 por hectárea.
-¿A qué se debe esa diferencia de los costos de producción en el primer año?
-Dependiendo si lo hacemos en maceta o bolsa. También si de una vez se hace la instalación del macro túnel o si tenemos una malla de cobertura o como lo que ocurre en Sinaloa, donde no se utiliza una malla sombra, sino paseadores como los que se usan en Perú. Así, vamos reduciendo costos, se hace más rentable y se logra pagar la inversión el primer año. Eso ha hecho que las inversiones crezcan y que los productores sigan invirtiendo en tecnología, lo que ha redundado en que la industria continúe creciendo. Dependiendo del nivel de detalle y de los materiales, los costos se pueden elevar a US$120.000 o US$150.000 por hectárea. Yo siempre recomiendo empezar por lo básico. Son las propias plantas las que se pagarán sus ‘lujos’, que les cambiemos la maceta o la estructura, por ejemplo.
-¿Cuál es el papel que juega la genética?
-Es fundamental. Dependiendo de la genética, hay variedades que nos dan 3 a 4 kilos por planta. La genética ha mejorado mucho y las calidades de las plantas también, pero a veces corremos y la prisa nos hace cometer errores. A veces presionamos a los viveros para que nos entreguen plantas. Empezamos a hacer la planificación a destiempo y los viveros nos entregan plantas pasadas, pero no es culpa de ellos. Entonces, tenemos que hacer poda de formación, previo haber hecho un enraizado. Los productores no deben tener miedo en dejar una planta de 10 centímetros, porque dos semanas después podrán ver que es una planta totalmente diferente.
-¿Qué limita la vida útil del arándano en una maceta?
-Hay manejos que se hacían en suelo que no se hacen en contenedores. Por ejemplo, ni la turba ni el coco bien manejado hay que añadir más. Cuando constantemente se generan raíces se genera un bloque de raíces, que es permanente. Se oscurecen y se vuelven a renovar y se vuelven a poner de un color café claro y blancas y eso se va compostando solo. En campos que asesoro, en nueve años no ha habido necesidad de añadir más sustrato al que se puso en el contenedor una vez que se instaló el huerto. En Perú he viso que en la parte de arriba ponen cascarilla de arroz. Eso ayuda mucho En México usamos corteza de pino, pero me gustan más los efectos de la cascarilla de arroz. Por otro lado, el uso de maceta o bolsa, hay que medir las raíces a los 10 y 25 cm y también en el tronco central. Se calcula el diámetro y hay que obtener muestras de las raíces a un cuarto del centro, a la mitad y en el mismo centro, de cada lado. Y, por lo menos una vez por semana usar un adherente dispersante, que su base sea alcohol etoxilado, porque con eso permitiremos que el agua se distribuya de forma horizontal y que se oxigene completamente y se esponje.
Así es como, a base de tecnología, se ha ido construyendo una industria joven y sólida del arándano en México, un sector que ha visto buenos resultados en las 12.000 ha que hay en el país y que tiene como epicentro productivo a tres zonas bien diferenciadas: Centro Occidente (Jalisco, Michoacán y Guanajuato) donde el cultivo ha crecido recientemente. Norte Pacífico (Sinaloa, Los Mochis y más recientemente Culiacán) y al sur de Sonora (Hermosillo, Navojoa, Baja California norte y San Quintín) con producciones muy interesantes porque al norte de Guanajuato y de Nayarit hacia Sinaloa hay otras condiciones de latitud. “La planta reconoce que está en otra latitud y se ha adaptado muy bien a condiciones de verano con temperaturas sobre los 35°C y frío en invierno”, precisa.
Lo que está claro es que Jalisco, Michoacán y Guanajuato han crecido mucho en la producción de arándano en contenedores gracias a las dos ventanas de producción: otoño, desde agosto a diciembre y primavera, que va desde diciembre a mayo. “Eso ha hecho que las inversiones sean más seguras y que estas se paguen en un plazo más corto”, sostiene, sobre tiempos que se han acortado desde los tres a un año.
Eso ha sido clave para que empresas extranjeras, sobre todo peruanas y chilenas, hayan decidido invertir en arándanos en México. Así es como Camposol inició un cultivo en 2020. “Comenzaron con 50 ha y en 2021 añadieron otras 70 ha. Se estima que deberían llegar a 400 ha en el año 2025”, precisa Castillo. No es la única inversión de capitales peruanos, ya que Inka’s Berries se ha establecido en el valle de Santiago, en Guanajuato, “con 25 a 30 hectáreas propias y otras 25 a 30 hectáreas de productores terceros”, precisa. Las chilenas Hortifrut y Agroberries también han invertido en diferentes zonas productoras del país. “Una empresa que crece fuere es Agrovision, en Guadalajara (Jocotepec) y Tala (Jalisco)”, cuenta Castillo. Castillo. Asimismo, hay empresas más grandes en Michoacán, por ejemplo. Se trata de firmas que en su día habían empezado a cultivar espárragos y paltos y que se mudaron a los berries. Actualmente, hay empresas que tienen 500 ha. “Además están los productores de Driscoll’s que también son grandes, cultivando superficies promedio de entre 80 y 90 ha”, precisa el asesor.
-¿Por qué ha crecido tanto y sigue creciendo el arándano en México?
-La razón de tener un mercado de consumo tan fuerte, es una condición. Pero Perú, Sudáfrica y Marruecos también han crecido de forma significativa. La cercanía es un punto a favor de México, pero no para el resto de países. Perú ha hecho una labor de apertura del mercado chino que está siendo buena para toda la industria en general, porque mucha de la producción propia de Perú se deja sentir por las exportaciones que hacen a China y eso ha hecho que EE UU mantenga un crecimiento y una alta demanda por la fruta. Y Perú logra tener mejores condiciones para la exportación de su fruta y, por ende, sigue creciendo.
-¿Hasta dónde puede crecer México?
-México tiene todas las condiciones para seguir creciendo. California va de salida porque no hay agua, y el norte de Florida también porque hay una mayor presencia de plagas, contaminación de los suelos. Las condiciones para conseguir variedades y poder crecer en superficie no es tan fácil y ha hecho que el crecimiento en EE UU se detenga, mientras que en México aumenta. Así es como inversiones locales y extranjeras están haciendo que México crezca en el cultivo de arándanos, pero también en otros berries como fresa, frambuesa y zarzamora. Hoy en México hay la combinación de que hay tierras y hay demanda de fruta. En México son productores medianos, entre 30 y 50 hectáreas, de promedio, con un costo entre US$75.000 y US$100.000 por hectárea, entonces son inversiones de, mínimo, US$3 millones hacia arriba.