
El sector de los bioestimulantes es tan interesante por sus aportes en la agricultura, pero falta aún por conocer. Desde mejorar las condiciones del suelo hasta el funcionamiento de las plantas para enfrentar el estrés al que pueden estar sometidas. Una condición que, de no enfrentar a tiempo y de manera correcta, puede causar nefastas consecuencias en el funcionamiento de los cultivos, la productividad y la calidad de los frutos.
Estas fueron parte de las conclusiones de la segunda jornada del Congreso de Bioestimulantes organizado por Redagrícola en el que se han registrado sobre mil asistentes. La segunda sesión, que ha contado con conferencistas de España, Polonia, Italia, EE.UU., Chile, Argentina, México y Brasil detallaron qué se entiende por bioestimulantes, los tipos, características y funciones, así como los múltiples beneficios en la fisiología de las plantas y desarrollo de diversos cultivos.
Asimismo, como una forma de fomentar el ‘networking’ y estrechar los lazos entre los asistentes, este congreso tiene varias instancias de contacto. La estrella del ‘networking’ es la plataforma Airmeet, donde a través de la sesión ‘Virtual Lounge’ todos los registrados en el congreso podrán conocer nuevos contactos afines y generar reuniones e interacciones uno a uno. Asimismo, los asistentes tendrán la oportunidad de ampliar conocimientos con los diferentes especialistas en una sesión denominada ‘Mesas de conversación’, donde se tratarán diversas temáticas relacionadas con la industria de los bioestimulantes.
Definiciones de bioestimulantes hay muchas, pero se pueden entender como “sustancias o microorganismos cuya acción, aplicada a las plantas o a la rizosfera, es estimular la función de los procesos naturales para mejorar la absorción y eficiencia en el uso de nutrientes, la tolerancia al estrés y la calidad de las cosechas”. Así explica Victoria Fernández, especialista en nutrición vegetal y académica de la Universidad Politécnica de Madrid.
Otra definición los explica como “producto formulado de origen biológico que mejora la productividad de las plantas como consecuencia de propiedades nuevas o emergentes en sus componentes y no como la consecuencia de nutrientes esenciales para las plantas”, precisa David de Hita, Doctor en biología ambiental de la Universidad de Navarra e investigador de Timac Agro España. Aclara que la cualidad que los diferencia de otros productos es su actividad, “sin que ésta se deba a los nutrientes esenciales o incluso a reguladores de hormonas”.
La gama es amplia y puede considerar los de tipo orgánicos como extractos de algas marinas, microorganismos (rhizobacterias, micorrizas y hongos endófitos o trichodermas) ácidos húmicos, compuestos nitrogenados, quitosano y quitina (biopolímeros). También compuestos inorgánicos (elementos no esenciales) como el Silicio, Aluminio, Cobalto, Sodio y Selenio. Dada su diversidad de origen, los aportes también son muy amplios: endurecimiento de la pared celular, efecto antioxidante; antifúngico y mitigar los efectos causado por estrés.
Son dos las propiedades que definen a un bioestimulante: ser de origen biológico y tener un efecto en la productividad de las plantas, agrega David de Hita. Así, algunos de sus aportes son: mayor peso seco de la parte aérea como de la raíz y de la planta; aumento en la producción y calidad del fruto. Mejora fertilidad del suelo (en el caso de las sustancias húmicas y extractos de algas); aumento o cambios en la composición de la masa microbiana. Optimizan la captura y el transporte de nutrientes (desde el suelo a la raíz y de ahí al resto de la planta) con una regulación de la actividad enzimática. Modificaciones morfológicas en las células y tejidos vegetales e interviene en la actividad fotosintética de la planta. Cambios hormonales (asociadas al crecimiento y el estrés) y de la expresión génica. Mejora la defensa de la planta frente a patógenos. “Por todo esto van a tener un efecto no solo sobre el crecimiento de la planta sino también ante los estreses biótico y abiótico”, explica David de Hita.
Se pueden aplicar por vía radicular o foliar. Pero el punto central es la interacción que ocurre entre ellos y el suelo o la planta generando cambios metabólicos y fisiológicos, destaca Victoria Fernández. Ello se traduce en mejor funcionamiento y calidad de los frutos e incremento de los rendimientos, entre muchos otros beneficios.
Son usados en Europa (40%), EE.UU. (20%) y Latinoamérica (15%) de manera amplia: “como acondicionadores previos a un estrés que puede ser nutricional, climático o biológico”, agrega David de Hita. También la gama de compuestos debido a su origen y modo de acción.
Estos componentes, aclara De Hita, son distintos a un biofertilizante: “una cepa microbiana o dos, un consorcio o una comunidad de microrganismos con el único objetivo de aumentar la disponibilidad y toma de nutrientes en la planta”. Es decir, “son capaces de fijar el nitrógeno atmosférico en la rizósfera o dentro de la raíz formando o no estructuras simbióticas, o en la parte aérea de la planta”, señala el investigador. También pueden facilitar la solubilidad de Fosforo y Potasio en el suelo o mitigar el déficit de Hierro y Azufre.
En los últimos años, el tratamiento con el uso de bioestimulantes aplicados a la parte aérea ha tomado mayor importancia por los efectos notorios que tiene en las plantas. Victoria Fernández indica que “al aplicar estas sustancias a las plantas van a activar mecanismos de respuestas al estrés o al desarrollo. Entonces su aplicación a través de la parte aérea van a alcanzar un tipo de respuesta metabólica y fisiológica en las plantas”.
La investigadora insiste que es un campo que se está descubriendo, pero los ensayos de aplicaciones aéreas de bioestimulantes realizados en hortalizas, frutales y cultivos extensivos tiene resultados: mejorar el rendimiento y la calidad de las cosechas; la resistencia al estrés biótico y abiótico; el desarrollo vegetativo y reproductivo de las plantas. Incluso para tratar deficiencias de minerales. Fernández destacó que la clave es que el compuesto aplicado atraviese la zona que se está abordando (hoja, fruto, o el tallo). Si ello no ocurre, “no vamos a ser capaces de ver ningún tipo de respuesta a nivel fisiológico o metabólico”. Para que suceda, se requieren ciertas propiedades como el tamaño de la molécula, si tiene polaridad o apolaridad; la solubilidad y el punto deliquoescencia, entre otros.
Destaca que la aplicación por vía foliar es más amplia y rápida pues la absorción de hace a través de los estomas que están en la hoja. Insiste en que solo habrá absorción cuando hay un líquido depositado en un órgano con cutícula, “Una vez que esas gotas se sequen, no será posible que el bioestimulante penetre a través de la hoja o del fruto. Cuanto más tarde se seque la gota, más ocasión habrá de absorción foliar”. Dado ésta varía según la especie que se quiera tratar y su estado de desarrollo, sugiere considerar los tratamiento foliares “como un complemento a los tratamiento a la raíz”. ¿Qué se puede aplicar por vía foliar? La mayoría de los macronutrientes o cualquier elemento de la tabla periódica que no sea esencia. Por ejemplo el Silicio, con buenos resultados a la resistencia al estrés.
Son resultado de la descomposición de la materia orgánica del suelo (humificación) y su uso tiene larga data para mejorar la fertilidad del suelo. Sin embargo, solo hace unos años se les considera como bioestimulantes vegetales propiamente tal, indica David de Hita. Su actividad biológica está muy ligada a su composición química, su hidrofobisidad, estructura química y origen (compost y vermi-compost entre otros).
En cuanto a sus beneficios están: modificar la estructura del suelo, aumentar la disponibilidad de elementos metálicos. Eleva la captura y transporte de Nitrógeno, Fósforo, Azufre, Clacio, Potasio y Magnesio. Cambios en la concentración de las hormonas vegetales y de la actividad de algunas enzimas. Acumulación en las especies activas del oxígeno y cambios en el patrón de la producción de rizodepósitos.
Las condiciones de altas temperaturas pueden limitar y reducir la producción en distintos sistemas de cultivos y suele estar asociado al estrés por déficit de agua también. “El estrés abiótico puede inducir diferentes pérdidas de rendimientos que pueden reducir la sostenibilidad económica de diferentes cultivos y debemos tener diferentes estrategias para contraatacar estos estreses”, dice Antonio Ferrante, profesor asociado de la Universidad de Milán.
El uso de bioestimulantes puede ser una de ellas, pues aumentan la tolerancia a esa condición, señala el académico, pero esto debe estar unido con otras medidas como la identificación los mejores genotipos de las distintas especies que toleren esos medios, así como también ajustar la gestión agronómica para tener rendimientos acordes a esa condición más extrema. ¿Qué genera en las plantas? Las hojas serán las que primero mostrarán efectos: eleva la transpiración, reduce la fotosíntesis modificando el metabolismo. También elevan la acumulación de azúcar que puede afectar a la planta.
Antonio Ferrante advierte que el nivel de sensibilidad varía según el cultivo, las condiciones ambientales y el nivel de acceso al agua que tenga la planta. El nivel máximo de temperatura que pueden tolerar las plantas es de 35ºC. Y a través del uso de bioestimulantes es posible mitigar el estrés por calor al optimizar el uso del agua en la planta. El académico precisa que se debe considerar en estas condiciones la disponibilidad de agua en la planta para que pueda regular la temperatura y facilitar el transporte de nutrientes.