
Hay ocasiones en las que el tamaño sí importa. Y los recibidores de mandarinas precisamente están demandando frutas de un mayor calibre, incluso más de lo que las variedades son capaces de proporcionar. El manejo agronómico para lograr un mayor crecimiento de los frutos se convierte en algo decisivo para la rentabilidad del negocio. Para ello, existen dos técnicas a seguir: la de efectos indirectos (reducción de floración y raleo) y de efectos directos (aplicación de auxinas).
De todo el proceso fenológico de producción de cítricos, empezando por la floración y terminando por la recolección, probablemente lo menos estudiado es el crecimiento del fruto cuando desde el punto de vista agronómico esto puede ser decisivo en términos comerciales, sobre todo, en frutas de pequeño tamaño como son las mandarinas, afirma el Dr. Manuel Agustí, Profesor Emérito de la Universidad Politécnica de Valencia (UPV), España.
Para entender cómo ocurre el crecimiento en los cítricos, el especialista precisa que existen algunos aspectos básicos determinantes ligados a las fases de crecimiento del fruto. La primera es la división celular (cuajado), que sigue un crecimiento exponencial. En esta fase se produce fundamentalmente el amarre del fruto, en el que la flor pierde prácticamente todos sus órganos, a excepción del ovario y el cáliz. “El cuajado es la capacidad que tiene ese ovario de la flor de, pese a sufrir todo ese proceso de desprendimiento de casi todos sus órganos, seguir creciendo”, explica.
La segunda fase es la elongación celular, es decir, el crecimiento propiamente tal. Aquí el fruto ya no crece exponencialmente, sino de manera lineal. Es decir, todas las células que componen un fruto ya están presentes e inician su crecimiento en tamaño hasta completarlo. Por lo tanto, allí lo que hacen las células no es aumentar en número, sino en volumen, acumulando carbohidratos y agua.
Los factores determinantes que regulan este crecimiento son los propios de la planta o endógenos (genéticos, hormonales y nutricionales) y los medioambientales o exógenos. “Los factores endógenos interactúan con los exógenos, como el clima y el suelo, de modo que los factores genéticos se convierten en lo que conocemos como fenotipo. Por lo tanto, la planta y el medio, en interacción, son los factores que determinan el crecimiento del fruto y su tamaño final”, apunta.
El experto resalta que el buen manejo del cítrico consiste en entender bien a la planta y facilitarle el crecimiento. “La planta a nosotros no nos va a entender nunca. Es más fácil que la entendamos nosotros, pero para ello es necesaria la formación y el estudio”, apunta.
Establecida su capacidad genética de crecimiento, un fruto crece por la interacción de tres grandes grupos de factores: los hormonales, los nutricionales y el agua. El fruto es capaz de reclamar carbohidratos y para ello requiere de la síntesis hormonal que le confiera su capacidad sumidero, y necesita de la disponibilidad de carbohidratos para satisfacerla. En ello juegan un papel muy importante las hojas. “Si tenemos un árbol con muy poca vegetación de primavera y muchas flores que inician el crecimiento, la cosecha está a priori perdida. La gran cantidad de flores compiten con la capacidad fotosintética (baja por ser reducido el número de hojas) para producir carbohidratos y el reparto es insuficiente (por el elevado número de flores) para asegurar la división celular y, por tanto, su cuajado. El problema, en este caso, no sólo es de incapacidad de cuajado de la variedad en cultivo (si la hay, porque algunas variedades poseen una alta capacidad partenocárpica), sino de un exceso de floración que debemos resolver previamente para luego satisfacer el reclamo de carbohidratos, es decir, debemos aplicar técnicas para reducir la elevada intensidad de floración. Y cuando ello se consigue la proporción de hojas a flores aumenta y, con ello, la posibilidad de cuajado”, expone.
Una vez que se tienen las hojas, que son fuente de carbohidratos, el otro factor de crecimiento del fruto es el agua, que permite el transporte de esos carbohidratos. Esto es diferente a buscar aumentar directamente el tamaño del fruto, para lo cual se usan manejos agronómicos específicos.
Hace unos años, se realizó un estudio para conocer la influencia de la disponibilidad de carbohidratos en el desarrollo del fruto en mandarinas Okitsu. El trabajo comenzó las mediciones del fruto al inicio de su crecimiento lineal, continuando las evaluaciones de tamaño por seis meses. En los árboles control el fruto creció desde 40 mm hasta 58 mm, mostrando un crecimiento prácticamente lineal. Sin embargo, en los arboles desfoliados el fruto solo creció hasta 42 o 43 mm, debido a que se le había quitado la fuente de carbohidratos, y ello independientemente de si se les habían aplicado hormonas, fuera cual fuera el tipo de ellas, o del tamaño del árbol. Sobre las aplicaciones hormonales, el Dr. Agustí refiere que la auxina aumenta el volumen celular.
Sobre el potencial hídrico, es decir, la capacidad que tiene la célula de captar agua, actúan dos factores: por una parte, la presión parietal, cuyo signo positivo es hacia el exterior, es decir, lo que hay dentro empuja a la pared celular hacia afuera, y, por otra, la presión osmótica, que tiene un sentido hacia adentro, por lo tanto, un valor negativo. Como, de acuerdo con sus signos, ambos factores se restan entre sí, el valor más alto que puede alcanzar el potencial hídrico es cero, y para que entre agua en la célula es necesario que el de su interior sea más bajo que el del exterior“. Lo que hace la auxina es acidificar el medio, lo que aumenta la plasticidad de la pared celular y permite su expansión, reduciendo el potencial hídrico del interior de la célula para que ésta y, por tanto, el fruto pueda crecer”, precisa el especialista de la UPV. Dado que el agua puede llegar a suponer casi el 90% del peso del fruto fresco, su disponibilidad es indispensable para que crezca.
Factores externos: De igual forma, hay otro factores, externos e internos, que influirán en el desarrollo de los frutos. El clima y el suelo están entre aquellos factores. Así, por ejemplo, la temperatura es clave, ya que la tasa de crecimiento de los frutos depende de ella. “La temperatura es la responsable de la precocidad, pues hace que el fruto crezca muy deprisa. Y cuando esta baja, ayudará a que el fruto vaya cambiando de color”, explica el especialista. Sin embargo, una elevada temperatura puede disminuir la relación azúcares-acidez.
Entre las cuestiones climáticas, adquiere gran importancia la pluviometría. En ese sentido, las lluvias de otoño son las que mejorarán el tamaño final de los frutos y, junto con ello, el contenido en jugo. “Los otoños lluviosos conllevan un mayor tamaño de los frutos que los otoños poco lluviosos. Y el contenido en jugo es una consecuencia de ello”, apunta el Dr. Agustí. En consecuencia el riego tiene incidencia sobre el crecimiento del fruto; si se realiza un óptimo manejo, se puede mejorar el tamaño del fruto y mejorar la maduración de éste.
El otro factor externo importante respecto al tamaño del fruto es la textura del suelo. “Los suelos arenosos proporcionan tamaños de fruto mejores que los suelos francos, y estos últimos, a su vez, que los suelos arcillosos”, precisa el experto.
En cambio, un factor que tiene poca incidencia sobre el tamaño del fruto es la fertilización. “Si tenemos una deficiencia de algún elemento mineral, cuando se corrija esa deficiencia,se mejorará el tamaño de los frutos. Eso sólo significa que el nutriente en déficit ha conseguido que el fruto alcance su objetivo normal cuando he restituido la deficiencia, no quiero decir otra cosa”, precisa el investigador de la UPV.
Lo que sí destaca es que los problemas con los fertilizantes pueden afectar la calidad del fruto. “Concentraciones muy elevadas de nitrógeno retrasan la coloración y hacen que la corteza sea muy basta. Mejorarán el tamaño del fruto, pero la calidad disminuirá”, apunta. “Una excepción al respecto es la aplicación de potasio. Aplicaciones de nitrato potásico a una concentración del 2.5%, al inicio del desarrollo lineal del fruto (finalizada ya la caída fisiológica de frutos), puede ayudar a un mejor desarrollo del fruto, sin que ello signifique que dicha aplicación sea una técnica para aumentar directamente su tamaño final”.
El uso de un determinado portainjerto tendrá efectos en el tamaño de los frutos, aunque advierte que algunos de ellos, que en un inicio puede que sean muy vigorosos y hacer que la planta crezca muy deprisa y que el fruto parezca muy bueno y muy grande, pueden acabar dando frutos medio secos y con un índice de madurez desequilibrado, es decir, perdiendo acidez en lugar de mantener un equilibrio adecuado entre los azúcares y los ácidos.
Factores internos: Destaca la posición del fruto en el árbol. Bajo este punto de vista, no es lo mismo que este se encuentre en un brote con hojas, que en uno sin hojas. “Aquellos frutos que están creciendo en brotes con hojas acaban teniendo un tamaño final mayor que los procedentes de flores solitarias. Cuando uno pesa todos los frutos solitarios y todos los frutos campaneros de un árbol y los distribuye por su peso, encuentra que aparecen dos poblaciones que crecen de modo distinto. La media es marcadamente superior en la de los frutos procedentes de brotes campaneros”, explica el Dr. Agustí, quien destaca también el factor de ‘competencia’ entre los frutos que se desarrollan en un árbol, lo que influirá entre ellos. Así, mientras más frutos tiene un árbol, menos pesará cada uno de ellos y viceversa.
Para el Dr. Agustí, hay dos manejos con los cuales se puede aumentar el tamaño de los frutos: efecto indirecto (reducción de floración y raleo de frutos) y efecto directo (aplicación de hormonas).
Reducción del número de flores o número de frutos o ambas cosas: En un trabajo realizado en Valencia, España, en mandarino Fino, los árboles tenían entre 1.400 y 2.800 frutos. “En un árbol con 2.500 frutos, cada uno pesaba aproximadamente 51 gramos. Quitándole 1.000 frutos al árbol, cada uno de ellos pesaba 58 y 59 gramos, aproximadamente, ganando 7 u 8 gramos, pero se redujo la cosecha de modo importante”. Pero, ¿qué ocurre si se inhibe parcialmente la floración, es decir, cuando en lugar de quitar frutos se provoca que el árbol florezca menos? O dicho de otro modo, ¿cuántas flores se tienen que quitar para obtener el mismo resultado en el peso del fruto?.
La reducción de 9.000 a 4.000 o 4.500 flores, es decir, inhibiendo la floración entre un 40% o 50%, mediante tratamientos invernales con ácido giberélico, se obtiene ese incremento en el peso individual del fruto (7-8 g), pero resulta que la cosecha no cambia, porque hay flores suficientes para obtener los 1.400 – 2.800 frutos reseñados. Por lo tanto, antes que quitar frutos, hay una opción que es inhibir la floración, lo que no comporta perder cosecha”, sostiene el experto.
Raleo de frutos: En una reciente investigación con la variedad de naranja Navelina, Agustí menciona que si a un árbol que tiene 800 frutos se le quitan 400, ganará 30 gramos por fruto. Sin embargo, si a ese árbol que tiene 400 frutos se le quitan 200, ganará otros 30 g. Es decir, en este último caso quitando la mitad de frutos que en el anterior se logra el mismo efecto sobre el tamaño del fruto. ¿Cómo se explica esto? Porque la relación nº de frutos – tamaño del fruto no es lineal sino curvilínea y en los árboles con menos frutos la eliminación de parte de ellos tiene un efecto mayor que en los que tienen muchos. Pero en los primeros, los que tienen pocos frutos, no se precisa de raleo porque ya, en general, su tamaño es adecuado. El problema radica en los árboles que tienen muchos frutos porque es en éstos en los que el tamaño del fruto es de tamaño no comercial. Pero para aumentar su tamaño de estos árboles es necesario eliminar el 60-70% de los frutos, lo que indefectiblemente conlleva una reducción de la cosecha de más del 50%. Y si a ello añadimos el costo de la mano de obra para ralear, cabe concluir que en estas condiciones el raleo de frutos no es una técnica útil.
Aplicación de hormonas: En los casos más problemáticos la solución es la aplicación de auxinas de síntesis. Estas deben aplicarse al inicio de la fase lineal del crecimiento, y nunca en la fase de división celular porque pueden provocar un raleo descontrolado. “Las auxinas de síntesis reducen temporalmente la fotosíntesis, disminuyendo el aporte de fotoasimilados al ovario en dicha fase de división celular, reduciendo su crecimiento y provocando su caída”.
El efecto de la aplicación de auxinas en el número de frutos y su tamaño final es indiscutible e incuestionable. Pero, ¿qué auxina hemos de emplear? ¿Cuándo y a qué concentración? ¿En qué estado fisiológico? En reciente estudio realizado en naranjo dulce Navelina, refiere que se utilizaron tres tipos de auxina de síntesis: el ácido naftalenacético (ANA), el ácido 3,5,6-tricloro-2-piridiloxiacético (3,5,6-TPA) y el éster etilhexil del ácido 2,4-diclorofenoxipropiónico (2,4-DP). De estas tres sustancias, comenta que la más eficaz para provocar el raleo es 3, 5 6-TPA, en tanto la menos eficaz es el ANA.
¿Qué hace el 3,5,6 TPA para ser el más eficaz? “Pues depende del momento en que se aplique. Si se aplica durante la caída fisiológica de frutos reduce la tasa fotosintética (como se ha dicho) y, con ello, la capacidad de crecimiento del fruto, provocando la caída de un número elevado de frutos. Pero si se aplica una vez superada ésta aumenta la plasticidad de la pared celular (como también se ha dicho) y, con ello, el volumen celular, sin provocar raleo; el resultado de la suma del aumento de volumen de cada una de las células es el aumento del tamaño del fruto”, explica.
Los tratamientos para provocar el raleo se deben dar en la fase I del crecimiento, en plena caída fisiológica del fruto, cuando los ovarios tienen unos 10 u 11 mm de diámetro; para promover directamente el crecimiento del fruto debe realizarse cuando ha terminado la fase I y se inicia la fase II. En este último caso, las Clementinas tienen entre 15 y 20 mm de diámetro, las mandarinas Satsuma e híbridos entre 20 y 25 mm, y las naranjas entre 25 y 30 mm. La concentración recomendada, en todos los casos, es de 15 mg por litro (15 ppm) de materia activa, expone.
Por tanto, el momento de aplicación de la auxina dependerá del objetivo que se persiga. “Si lo que quiero es ralear lo tendré que hacer en la fase de caída fisiológica, pero si lo que quiero es un efecto directo de mejora del tamaño del fruto sin reducción de cosecha, será al inicio de la fase de la elongación celular”, explica.
El 2,4-DP es menos eficaz que el 3,5,6-TPA si lo que se persigue es ralear frutos, pero si lo que se pretende es aumentar el tamaño final del fruto de modo directo, esto es, aplicándolo al inicio de la fase II de su crecimiento, su eficacia no es tan diferente a la del 3,5,6-TPA. En un estudio realizado en España, sobre el incremento medio del diámetro del fruto de diversas variedades de cítricos comparando ambas sustancias ,2,4 DP y 3,5,6 TPA, los resultados fueron los que se presentan en el Cuadro 1. En todo caso, recomienda a cada fundo realizar sus ensayos para poder decidir cuál de los dos aplicar.
Sobre los detractores a estas sustancias, el Dr. Agustí refiere que muchos señalan que seca la pulpa y, con ello reduce el contenido en zumo. Este efecto, sin embargo, debe ser explicado con precisión. Los frutos más grandes de un árbol, independientemente de la especie y variedad, tienen siempre mayor contenido en zumo y pulpa (por eso son más grandes), pero el porcentaje de zumo es ligeramente inferior. Y este mismo efecto se observa en los frutos tratados. Lo que ocurre es que como los tratados son más grandes siempre (para eso se hace el tratamiento) tienen más zumo, más pulpa y menor porcentaje de zumo, como los frutos más grandes de los árboles sin tratar. Por tanto, lo que hacen estas auxinas es convertir los frutos pequeños en más grandes, con todas sus características positivas y todas las negativas.
Por otra parte, la aplicación de las auxinas de síntesis puede provocar algunos efectos secundarios negativos. Así, “el 3,5,6-TPA puede producir cierto amarillamiento en las hojas porque interfiere en la fase fotosintética, pero eso se recupera rápidamente. Pero si cometemos errores graves, como utilizar una formulación no adecuada, aplicar concentraciones superiores a las recomendadas o hacer la aplicación en días muy calurosos; pueden aparecer efectos indeseables”, señala. Por ejemplo, refiere que pueden provocar un crecimiento excesivo de la piel , lo que ocurre cuando el volumen de caldo que se aplica es muy alto. Además, indica que los árboles jóvenes no deben ser tratados, pues se producirán frutos extremadamente grandes, muy rugosos, deformes…
En resumen, el control de la floración cuando después de una cosecha reducida se espera que sea muy abundante, o en aquellas variedades con tendencia a florecer muy abundantemente, es un paso previo para lograr calibres de fruto adecuadamente comerciales. El raleo de frutos debe hacerse con precaución porque exige reducir en más del 60% el número de frutos que van a iniciar su crecimiento, con la consiguiente pérdida de cosecha, y porque pueden producir algunos efectos indeseables sobre las hojas. Y el tratamiento con auxinas para aumentar de modo directo el tamaño final del fruto debe llevarse a cabo aplicando las auxinas de síntesis recomendadas, a las dosis que aquí se indican y en las condiciones de aplicación señaladas.