
Importantes retos se presentan para la industria de hortalizas orgánicas. No solo en términos productivos; también respecto de la comercialización y la adopción de mecanismos para promover su consumo en el país.
La preferencia cada vez mayor por los productos orgánicos es un hecho. Independiente del rubro, adoptar este sistema es abordable, y la industria hortícola no es la excepción. Sin embargo, en Chile, el sector debe asumir desafíos importantes que le permitirán avanzar y consolidarse. Así lo explica Carol Ramírez, gerente de Certificación de Ecocert, quien participó en una charla realizada por el Programa Estratégico Regional de Corfo de la región de O’Higgins, Horticrece.
El primer reto es educar al consumidor. Esto implica entregar información que le permita comprender qué significa comprar una hortaliza orgánica y cuáles son los beneficios. Esto no sólo respecto del producto en sí. “También de un sistema de producción más amigable con el medio ambiente. Eso hoy en Chile todavía no está tan posicionado”, dice. La idea es que el consumidor valore esta manera de cultivar diferente (libre de productos fitosanitarios, respetuosa con el medioambiente, sustentable). También que entienda que, a veces, hay un diferencial de precios debido a esa diferencia y al proceso de certificación asociado que hace que la hortaliza tenga un valor agregado.
Un segundo desafío es mejorar la oferta de hortalizas. Significa mayor diversidad y estabilidad en la producción. La profesional explica que en general, el consumidor de productos orgánicos los demanda durante todo el año, por lo que espera tener esa disponibilidad. Pero si la oferta es acotada, por una época específica, costaría más que se fidelice a esta categoría y prefiera vegetales orgánicos.
En tercer lugar, asociarse, lo que permite a los productores enfrentar mejor las dificultades y tener representatividad. Esto último permite plantearlas a las autoridades respectivas y tener más posibilidades de ser estudiadas y resueltas. A esto se suma la creación de más canales distribución y rutas cortas de comercialización. Para la ejecutiva, esto es más relevante para agricultores que puedan generar un desarrollo local de las hortalizas orgánicas, enfocados en abastecer el mercado local. Aquí, la ejecutiva destaca que la acción de las asociaciones gremiales o locales es muy importante.
Por último, posicionar el sello orgánico como un elemento diferenciador. En la actualidad, Carol Ramírez señala que no todo el mundo lo reconoce. De hecho, agrega que muchos operadores junto a la certificación de la norma chilena, solicitan que el producto tenga la certificación del Programa Orgánico Nacional del Departamento de Agricultura de EE.UU. (NOP por sus siglas en inglés) aunque sea para comercializar hortalizas en el mercado local. Esto debido a que esa certificación (y su sello) está mejor posicionado o es reconocido y tiene mejor recepción por los consumidores.
De acuerdo a las estadísticas del Servicio Agrícola y Ganadero (SAG) de 2020 (temporada 2019), la superficie agrícola certificada orgánica de hortalizas y leguminosas sumó 150 hectáreas en 2019. Esto es 37% más que el año previo (109 hectáreas). Dicha extensión es mucho menor respecto del cultivo de plantas medicinales y aromáticas. En 2019 alcanzó 373 hectáreas y el año anterior completó 226 hectáreas. Y solo supera a la superficie de frutillas que completó 92,3 hectáreas certificadas en 2019.
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