
Raleo químico, fruitwalls y simplificación de labores son algunas de las acciones que han permitido a los productores enfrentar la fuerte presión de costos y de competencia que sufren los manzanertos del país, según el ejecutivo de la exportadora.
Miguel Patiño
El mercado de la manzana está ajustado, mas no muerto. Así lo señala el agrónomo y subgerente de orgánicos, pomáceas y arándanos de Copefrut, Eduardo Holzapfel, que fue uno de los expositores en Fruittrade 2022. Su objetivo fue explicar cómo se ha comportado esta fruta en nuestro país y los impactos que ha tenido el alza de costos
Holzapfel, quien recalcó en su presentación que la manzana en Chile siempre destacó por ser un cultivo estable -«y que incluso podía llegar a ser aburrido por su consistencia en los mercados»-, hoy enfrenta una serie de desafíos luego que se desencadenara la crisis logística durante la pandemia.
Eduardo Holzapfel, subgerente de orgánicos, pomáceas y arándanos de Copefrut.
En entrevista con Redagrícola, el ejecutivo explicó con una analogía lo que sucede con la manzana en Chile. “El país tiene un parque automotriz muy antiguo, y nosotros durante muchos años no nos preocupamos de renovar porque claramente el foco estuvo puesto en cereza», dice. «Nos preocupamos de plantar más cerezas, que además era más barato que plantar manzanas y con una rentabilidad mucho mejor, por lo que los manzanos los dejamos un poco de lado, y como daban números buenos, la gente los mantenía”.
Pero cuando llegan crisis como la que estamos viviendo, “ese auto ya no puede correr la carrera y pierde plata el productor», dice. «Nos obliga a renovarnos de manera brusca, porque no es un cambio paulatino, porque de golpe nos fuimos hasta abajo del agua”.
Holzapfel señala que esto obliga a repensar los negocios, porque no sólo la manzana sino también la cereza no lo está pasando del todo bien, sobre todo la tardía que lleva un par de años con dificultades. Por lo mismo, llama a los productores a que se “reencanten y reentiendan” el nuevo escenario, donde ya no habrán los márgenes de antes, pero donde siendo eficientes se puede conseguir buenos retornos.
Un ejemplo es lo vivido durante pandemia, donde ante la falta de mano de obra y la necesidad de contratar gente extranjera, debieron simplificar las labores a instrucciones simples.
“Eso trajo consigo dos cosas: que podíamos producir sin ser tan papistas en lo que estábamos haciendo, y por otro lado, por estructura de costos ya no teníamos ni la gente ni el dinero para hacer el raleo manual», dice. «Así que llegamos al doble de la dosis de raleo químico, y no nos sobreraleamos, cosa curiosa, y con eso nos dimos cuenta que deberíamos habernos puesto así de firmes antes”.
Holzapfel complementa con que no hay que tener miedo al raleo químico: “es mejor que subralearse y tener que meter gente”.
“En conjunto con los productores, estamos preparando los huertos para una sola pasada, y que el resto fluya en el packing, y tal vez se ven afectados un poco los porcentajes de embalaje, pero cuando ves la estructura de costos más barata, con un poco menos de embalaje y mayores retornos por hectárea, finalmente se compensa”.
Esos aprendizajes, señala, los ha llevado también a dar un paso más profundo hacia la mecanización, desde podas con máquinas y motosierras, olvidándose de las escalas en los campos (un factor que inhibía a los trabajadores a mantenerse en la faena). Además, redujo el tamaño de huertos, entre otras acciones.
Esta conducción de huertos sería el primer apronte para dar paso a huertos mecanizados en el país, ya sea para raleos, poda en verde, e incluso cosecha. “Debemos avanzar hacia allá, como en países desarrollados que adaptaron sus huertos a eso, y el primer paso es formar muros frutales”.
“Hicimos cosas muy radicales, que nos han permitido empatar el partido, que es mejor que perder. Y eso -por lo menos-, nos permite estar presentes, medios golpeados, pero estamos en los mercados”, para no perder el espacio que se ha ganado Chile, concluye Holzapfel.