
La receta para ser y mantenerse como el mayor productor de paltas de Chile es tan simple como difícil de lograr: tener una gran capacidad para correr riesgos, una estructura corporativa sencilla y la convicción de que comprende el negocio en toda su dimensión para producir paltas de calidad. “Buscamos que nuestros recibidores se hagan adictos a nosotros”, afirma Jorge Schmidt.
Jorge Velasco Cruz
Jorge Schmidt sabe lo que son los riesgos. Empezó a mediados de los años ochenta junto a dos socios plantando peras asiáticas en Llay-Llay, pero al poco tiempo se dio cuenta de que no era la especie adecuada para esa zona productora. Las cambió por uva de mesa, apostando por variedades que hoy en día siguen tan vigentes. Siguió probando con otras especies frutícolas hasta que llegó a la palta, compraron unos cerros y se largaron a plantar. Así empezó la historia con un cultivo del que hoy es el principal productor del país. No es el único, ya que también lo es de la mandarina W. Murcott.
Conversamos con él en sus nuevas instalaciones, que tienen 38.000 m2 de superficie y tuvieron un costo de US$ 30 millones. Son 20 líneas automatizadas que pueden procesar 1,5 millones de mandarinas diarias, en las que trabajan 50 personas en sus tres meses de funcionamiento. “Es la más grande de su tipo en Chile y una de las más importante de América Latina para cítricos dulces. Toda esta bóveda es del porte de la Estación Central”, apunta Pablo Aranda, gerente de la compañía y mano derecha de Jorge Schmidt.
La nueva infraestructura –que tuvo su estreno el 2020– es uno de los últimos eslabones de una cadena que no ha parado de crecer permanentemente en las últimas cuatro décadas. Hoy, por medio de tres razones sociales (Desarrollo Agrario S.A., Jorge Schmidt y Cía. Ltda. y Agrícola Alto Aconcagua) que conforman el Grupo Schmidt, el empresario tiene 2.750 hectáreas en Chile, de las cuales 2.061 son de paltos y 588 corresponden a huertos de mandarinas. A ellas se suman 78 ha de cerezas y otras 23 ha que se destinan a viveros que le permiten alimentar un crecimiento constante que, este 2021, se traducirá en una producción de 30 millones de kilos de paltas y otros 30 millones de mandarinas.
Pablo Aranda, gerente de Jorge Schmidt y Cia. junto al empresario Jorge Schmidt.
Su historia, Jorge Schmidt la da por conocida. “No se puede declarar dos veces a la misma mina”, afirma. Pero lo cierto es que, mendocino de nacimiento y casado con una chilena, llegó a nuestro país en 1978 para el nacimiento de su primer hijo. Trabajó un par de años con su suegro, tras lo cual consiguió un trabajo para podar plátanos orientales en algunos campos.
Hasta ese momento, nunca había estado vinculado a la agricultura. Pero comenzó a arrendar algunos terrenos agrícolas y en 1986 fundó Desarrollo Agrario S.A. junto a dos socios para plantar uva de mesa y otros frutales en la zona de Llay-Llay, en la Región de Valparaíso. “Fuimos los primeros en plantar Red Globe y Crimson en Chile”, recuerda.
La crisis de las uvas ‘envenenadas’ con cianuro de 1989 mostró toda su faceta emprendedora. En vez de sepultar sus proyectos, decidió redoblar la apuesta. “Se dejaron de plantar parrones. Se cerró todo. De un día para el otro se pararon los bancos y las exportaciones de uva de mesa. Pero nosotros seguimos plantando y haciendo cosas. Porque hay que creer también: no se podía parar la agricultura para siempre. Y cuando la gente reaccionó, ya era tarde para ellos”, comenta.
“Lo que tiene Jorge en el ADN es tomar los riesgos, pero no absurdos. Y trabajar en forma constante. Ya a la mitad del miércoles de cada semana ha cumplido sus primeras 40 horas laborales”, complementa Pablo Aranda.
Su ambición lo llevó a buscar otras líneas de negocio. En 1992 formó Jorge Schmidt y Cía. Ltda. y dos años más tarde ya estaba plantando los primeros paltos y cítricos, mostrando lo que sería un vuelco en su desarrollo productivo. Hoy, de hecho, en las 741 hectáreas plantadas de Desarrollo Agrario, no hay un solo parrón. Los últimos fueron arrancados hace tres años.
Jorge Schmidt y sus seis hijos.
Tan sencillo como se lo aprecia en el trato es el manejo que hace de la empresa, donde pueden llegar a trabajar hasta 3.000 cosecheros en temporada alta. Básicamente, las decisiones principales se toman entre Jorge, Pablo Aranda, José Martínez –gerente de la exportadora Jorge Schmidt Exports– y los hijos de Schmidt.
En los últimos años también se han integrado sus seis hijos (dos mujeres y cuatro hombres) en distintas labores, formando un clúster en torno a al Grupo Schmidt, aunque ninguno sea –en rigor- agrónomo de profesión. “Es interesante cómo la empresa ha ido evolucionando en el sentido de la incorporación de los hijos. Eso es un aporte relevante. Cada vez son menos las segundas generaciones que están vinculadas con el campo”, apunta Pablo Aranda.
Camila, la mayor, diseñó el sistema SmartHarvest de control inteligente de cosecha, que permite hacer el seguimiento de unidades y kilos cosechados por trabajador, tener la trazabilidad de cada bin con el que se ha trabajado y hasta tener el control de las hileras que se han cubierto en cada aplicación. Hoy su uso es masivo en todos los campos de la compañía. Benjamín y Matías, que están involucrados directamente en algunos desarrollos agrícolas, son dueños de la empresa Bemat, destinada al arriendo de maquinaria pesada, movimientos de tierra y desarrollo de sistemas de riego. Benjamín también es un importante apicultor, con 14.000 colmenas para polinizar campos, y otros hijos son dueños de la empresa El Tractor Amarillo, destinada al alquiler de este tipo de vehículos.
Cuadro 1. Superficie plantada por el Grupo Schmidt 2020 (en hectáreas).
Sus hijos, de hecho, son los impulsores del primer proyecto de Schmidt fuera de Chile. Se trata de 420 hectáreas de paltos plantadas en Salamina, Colombia, desde donde ya se han producido sus dos primeros contenedores. En la compañía esperan completar 1.000 hectáreas de plantaciones este 2021 y llegar a 2.000 en el mediano plazo. Eso permitiría dar un nuevo giro al negocio. “Podríamos traer nuestra palta colombiana a Chile para abastecernos en contraestación. Hoy día el problema que tienen muchas empresas es que no integran calidad. Nosotros queremos traer palta de Colombia y de otros orígenes, pero pensando siempre en la calidad”, sostiene Jorge Schmidt.
En la actualidad, la joya de la corona se llama Las Palmas. Ubicado en el sector de Las Vegas, cerca del kilómetro 90 de la Ruta 5 Norte, el terreno fue adquirido en 2007 y el proyecto comenzó a ejecutarse en enero de 2010. Es uno de los emprendimientos agrícolas más importantes que se están desarrollando actualmente en Chile. El campo de 3.000 hectáreas cuenta actualmente con 1.230 hectáreas plantadas totales, que incluyen paltos (794 ha), mandarinas (420 ha) y viveros (16 ha). El lugar tiene un potencial de 1.500 hectáreas de superficie donde se podría seguir plantando. Todo este campo, porcentualmente hablando, corresponde al 55% de la superficie plantada de todo el Grupo Schmidt.
Traslado y plantación de palmas chilenas.
Las Palmas mantiene la misma estructura de plantación que tanto éxito le ha dado a Jorge Schmidt en Desarrollo Agrario: paltos en la parte alta de los cerros, mandarinas en la zona intermedia o baja. Las primeras plantas de palta se colocaron en 2011 y la primera cosecha fue en 2013, con 1,8 millones de kilos. Utilizaron el sistema de alta densidad, que ya habían implementado en Desarrollo Agrario a partir del año 2004, con la idea de manejar árboles que no superen los 2,5 metros de altura, para que así la fruta siempre esté al alcance de la mano de los cosecheros.
“Un porcentaje importante de este campo se plantó a 1,25 x 1,25 metros, que son 6.400 plantas por hectárea. El resto está a 2,5 x 2,5 metros, que son 3.200 plantas por hectárea. Al segundo año de producción, este marco alcanza a producir del orden de 22.000 a 23.000 kilos por hectárea. En cambio, con la alta densidad de 1,25 x 1,25 el primer año el rendimiento productivo fue de 28.000 kilos. La producción en alta densidad debe andar entre los 4 y 5 kilos por planta”, explica Pablo Aranda. En general, la media de lo que produce el Grupo Schmidt está en torno a las 15 y 18 toneladas por hectárea.
La biodiversdad, expresada en flora nativa, es un aspecto que no han querido descuidar y está muy presente en Las Palmas.
“El árbol siempre tiende a crecer en forma natural. Nosotros ya tenemos bastante claro que la productividad es una mezcla virtuosa. Hay que regar bien, fertilizar bien, preocuparte de la inducción floral y de la poda. Todo debe estar balanceado”, apunta Jorge Schmidt.
Otro de los aspectos relevantes de Las Palmas es la diversidad ecológica que se busca en el predio. De hecho, el diferencial entre las 3.000 hectáreas de terreno y las 1.500 que se plantarán finalmente es para dejar un área como reserva ecológica. Además, entre los cultivos se pueden apreciar árboles locales como el quillay y el peumo. Las Palmas también es el centro de un proyecto que le hace honor a su nombre: Jorge Schmidt lo ha ido paulatinamente poblando de cientos de palmas chilenas (Jubaea chilensis).
Las Palmas es también un muy buen ejemplo de la importancia que Jorge Schmidt le entrega al riego. Este es por goteo y, en algunos sectores, por aspersión. La matriz está construida íntegramente en HDPE, polietileno de alta densidad, utilizando el sistema de termofusión. Emplea un sistema de control de riego por telemetría, que usa equipos Motorola de origen israelí.
Repartidos en diferentes campos, la empresa posee un total de 588 ha de mandarinos.
“El concepto es que hay que llevar el agua exclusivamente al lugar donde la vas a utilizar. Al regar por gravedad, se está perdiendo energía. Si haces un tranque de acumulación hay evaporación, infiltración, contaminación. Se debe utilizar el agua con el máximo de eficiencia. Hay que bombear exactamente lo que vas a necesitar”, afirma Aranda.
Mucho se habla en la Región de Valparaíso de la falta de agua. ¿Pero cómo le afecta la crisis hídrica a la agrícola? “Problemas de agua no tenemos”, responde Jorge Schmidt. ¿Las razones? Ubicación y sentido de oportunidad.
Por una parte, toda el agua de la cuenca del río Aconcagua confluye a un portal de 1,5 kilómetros de extensión, por donde pasa el agua hacia la zona de Valparaíso. Ahí hay un dique natural conformado por la Cordillera el Melón. Ese es el sector donde justamente se ubican Las Palmas y Desarrollo Agrario.
“Toda el agua de la Región de Valparaíso pasa por ahí. Ese lugar es súper importante, porque en ese punto Esval tiene construido el Acueducto de Las Vegas: una tubería de dos metros de diámetro que lleva agua a todo el litoral central. Debe ser el lugar más importante de la zona central de Chile desde el punto de vista del agua”, releva Pablo Aranda. En el Grupo Schmidt destacan que hay más de 300 estudios que avalan la existencia de 2.300 millones de m3 de agua en el sector, equivalentes a 3,5 veces el Embalse La Paloma, ubicado en pleno valle del Limarí.
Por otro lado, justo antes de que la DGA cerrara la cuenca el año 2000 para otorgar nuevos derechos de extracción, Jorge Schmidt tomó la decisión de perforar los campos de Las Palmas y Desarrollo Agrario. Fueron unos 20 pozos que se mantienen hasta hoy, con una capacidad suficiente para lo proyectado y que le han permitido, incluso, ayudar a la sanitaria Esval en el abastecimiento hídrico del Gran Valparaíso (ver recuadro).
De todas formas, destacan en la empresa, que la gestión del agua es clave para el éxito de un cultivo como la palta. Jorge Schmidt y Cía. Ltda. es una de las cuatro empresas chilenas certificadas en el programa sostenible de riego y uso de aguas subterráneas SPRING de GLOBAL GAP. “SPRING aborda el que tengas el control de la extracción de agua, el uso de sistemas telemetría y de sondas de humedad para que rigues exactamente lo necesario. Contamos con caudalímetros en todas nuestras unidades. Realizamos el seguimiento nutricional para que no lixiviemos productos. Lo que importa es manejar un concepto integral del agua y eso es lo que hacemos nosotros”, finaliza Jorge Schmidt.
Día de la firma del convenio.
La megasequía que vive gran parte del país hace 12 años, se ha dejado sentir con profundidad en la Región de Valparaíso. En 2020 hubo déficit de lluvias de hasta un 49% en comunas como Petorca, lo que tiene a los embalses con bajos niveles acumulación. El más crítico es el de Peñuelas, con apenas el 1,1% de agua en relación a su potencial.
La escasez hídrica llevó a la firma de un inédito convenio público-privado en julio de 2020, entre la sanitaria Esval, la agrícola Jorge Schmidt y Cía. Ltda. y el municipio de Llay-Llay (que actúa como garante). Se trata de una alianza sin fines de lucro, que busca una gestión integrada de la cuenca del Río Aconcagua, robusteciendo un sistema integrado que dé prioridad al agua para consumo humano y que, además, permite aumentar la seguridad de abastecimiento de agua potable de cuatros sistemas de APR (agua potable rural) conectados a las redes de la sanitaria del Gran Valparaíso. También busca viabilizar una potencial conexión de 10 sistemas de Agua Potable Rural adicionales. El acuerdo beneficia a un millón de personas de la Región de Valparaíso.
De esta manera, Jorge Schmidt pone a disposición de la comunidad 11 pozos profundos, con una capacidad de 1.253 litros por segundo: están disponibles para consumo el humano con un mínimo de 122 l/s a un máximo de 1001 (l/s), según los excedentes que se producen en el campo de Las Palmas y las necesidades de la comunidad. El convenio se extenderá por once años renovables.
“Estamos conscientes de la gravedad y profundidad de la sequía que debe tener como prioridad el consumo humano no solo en las ciudades. Como agricultor de la zona de Llay-Llay tengo un profundo afecto y compromiso con la región y, por ello, creo que es hora de actuar. No podemos quedarnos de brazos cruzados, sobre todo si podemos apoyar a otros. Nos toca a todos colaborar y ayudar a que las familias de la región tengan agua en sus hogares”, dijo Jorge Schmidt cuando se firmó el trato.
“Si una empresa como Esval no tiene agua, se transforma en un drama nacional. Estuvimos a punto de caer en esa situación. Si debe salir a comprar agua, tiene que buscar primero la autorización de la Superintendencia de Servicios Sanitarios. Es un gasto que se traspasa directamente a la gente. Por lo tanto, con este acuerdo lo que hizo Esval es disponer de agua que no tenía. Si hubiesen tenido que comprar agua, hubiera subido la tarifa a los consumidores”, explica Pablo Aranda.
El convenio considera, además, el acceso en línea y en tiempo real de los niveles de los once pozos, la entrega de servidumbres sin costo para instalar la infraestructura necesaria para la extracción y la construcción -ya ejecutada- de una conducción de 2,4 kilómetros desde el lugar hasta el acueducto Las Vegas. A esto se suma la instalación y operación de telemetría, el mantenimiento preventivo de equipos e instalaciones, y el pago de la energía necesaria para impulsar el agua.
Gracias a este acuerdo, entre mayo, junio y julio –meses álgidos de la pandemia por Covid-19– Jorge Schmidt le traspasó casi tres millones de metros cúbicos a la sanitaria, lo que evitó que Valparaíso ingresara en restricción hídrica.
En diciembre de 2019, diversas organizaciones de la Segunda Sección del Río Aconcagua, entre las que está Jorge Schmidt y Cía. Ltda., presentaron al Ministerio de Obras Públicas (MOP) un Plan de Sustentabilidad Hídrica (PSH) del Río Aconcagua. Si bien la propuesta no avanzó mayormente el año pasado, producto de la pandemia, sí contó en su momento con una opinión favorable por parte del ministro del MOP, Alfredo Moreno.
Básicamente, consiste en la construcción de cinco embalses de mediana capacidad (tres en la segunda sección y dos en la tercera sección del Río Aconcagua) que permitan acumular un total 113 hm3. Estos serían Romeral Alto (15 hm3) y Romeral Bajo (30 hm3), Catemu del Alto (30 hm3), Bellavista (10 hm3) y Escorial (28 hm3). Tendrían un costo total de US$ 343 millones.
“El balance hídrico en los años de máxima escasez muestra que hay disponible una gran cantidad de agua para embalsar. Esto está respaldado por más de más de 1.000 millones de m3 en derechos de aprovechamiento superficiales concedidos por la DGA, y por otro tanto de agua subterránea que no se usa”, detalla el estudio realizado por Jorquera Ingeniería sobre este tema.
Los embalses estarían ubicados en la cabecera de cada sección, para así ser gestionados de forma independiente por cada una de ellas. Tendrían derechos de agua existentes, que no requieren tramitaciones ni servidumbres. Al ser medianos, sería más fácil y rápida su construcción y manejo. Además, asegurarían recursos para el sector campesino del valle y para los APR, al contar con acceso a las bocatomas de todos los canales.
“Permitirán mantener el equilibrio hídrico natural de la cuenca, conduciendo el agua por el río sin interrupciones para el escurrimiento de las crecidas, respetando y mejorando el cauce del río Aconcagua. Tendrán, a su vez, mayor capacidad de regulación y costos muy inferiores a los embalses previstos anteriormente en la cuenca, al utilizar las redes de canales existentes”, concluye Jorge Schmidt.
Mercado
¿Qué sucederá con la palta en Chile? Su potencial productivo se encuentra en torno a las 250.000 toneladas. Pero, para llegar a esa cifra, es inevitable hacer una reconfiguración del negocio. “Las producciones van a ir bajando y van a quedar los productores buenos”, pronostica Jorge Schmidt.
“Nosotros también tuvimos una disminución en la producción, pero esta no va a llegar al 5%. El año pasado habíamos estimado que este año íbamos a estar en torno a los 22 a 23 millones de kilos y vamos a estar en 22 y fracción”, cuenta Jorge Schmidt.
Jorge Schmidt analiza un complejo escenario para la producción de palta en Chile. Sus estimaciones señalan que esta temporada se producirán entre 180.000 y 200.000 toneladas en el país. ¿La razón? Un permanente descenso en la superficie cultivada en el país, donde en poco más de una década se han perdido entre 10.000 y 12.000 hectáreas.
“Las estadísticas dicen que en Chile quedan entre 26.000 a 28.000 hectáreas de paltos. El 2007, que fue el año que vino la helada, Chile tenía 38.000 hectáreas plantadas, de las cuales 32.000 estaban en producción y 6.000 en formación. Pero en 10 años, al 2017, se perdieron 10.000. Si las 200.000 toneladas actuales se dividen por 28.000 hectáreas, eso indica que la media productiva es de 7.100 kilos por hectárea. Hay un consenso de que, para este año, que fue crítico en varios aspectos, la mayoría de los productores tuvo una merma en torno al 35% a 40%”, explica Jorge Schmidt.
– El cambio climático no solo está afectando en la cantidad de agua. Son varias las primaveras seguidas con malas temperaturas de cuaja.
– Le echan la culpa a la primavera. Nosotros también tuvimos una disminución en la producción, pero esta no va a llegar al 5%. El año pasado habíamos estimado que este año íbamos a estar en torno a los 22 a 23 millones de kilos y vamos a estar en 22 y fracción.
– ¿En qué radica la diferencia entre ustedes y otros productores?
– La diferencia es que nosotros plantamos arriba de los cerros. Un factor es el tema de la altura. Lo otro es el equilibrio de los huertos. Hay que regar bien, preocuparse de podar y tener oficio. Nosotros tenemos huertos muy parejitos porque nos dedicados a eso.
– ¿Cuál es el futuro de la palta en Chile?
– Los paltos son como los burritos: cuando son chiquitos son todos bonitos. Pero se van poniendo complicados con los años. Las producciones van a ir bajando y van a quedar los productores buenos. El potencial de Chile real está entre 250.000 y 280.000 toneladas.
Las Palmas es un campo de 3.000 hectáreas que tiene 1.230 hectáreas plantadas, que incluyen paltos (794 ha), mandarinas (420 ha) y viveros (16 ha).
– ¿Identificas nuevas zonas para la producción de paltas en Chile?
– La parte sur de la Sexta Región es como el límite natural. Pero lo que ocurre es que desde el norte la sequía viene aumentando y el sur no cede, porque viene con frío. Lo cierto es que cada vez tenemos una superficie real menor para plantar. Por otro lado, hay varios productores que han dejado de crecer, pero que lo que están haciendo es revisar lo que hacen hacia el interior del huerto. Se han dado cuenta de que, siendo más ordenados y regando mejor, pueden tener mejores producciones.
– ¿Por qué subieron tanto los precios en Chile este año?
– Porque no había palta. Si el año pasado se habrán exportado unas 140.000 toneladas, este año no creo que hayamos llegado a 75.000. Es decir, hubo un 50% menos de exportación, que va más o menos en línea con el 40% menos de producción. Por lo tanto, hubo menos palta y en los meses de diciembre y enero todavía no entraba la palta peruana, porque todavía no tenía el aceite necesario. Nos encontramos con que no había palta y por eso llegó fruta desde México.
– Hubo productores que pensaron en no exportar…
– Muchos decidieron no exportar, porque estaban pagando mejor acá. Pero nosotros teníamos que abastecer a la gente con la que nos habíamos comprometido. Tenemos un recibidor en Europa, Nature Prime, que es muy importante. Lo abastecíamos en el 85% en la época productiva de Chile. Le entregamos volúmenes grandes. Lo que buscamos es que se hagan adictos a nosotros. Por eso, nunca nos traen problemas y nos pagan siempre.