
La entidad, que es parte de la Universidad de la Frontera (UFRO), desarrolla diversas investigaciones para solucionar las problemáticas que afectan a la zona, como lo son variedades de frutas que se adapten al clima y la creación de estrategias que disminuyan las plagas que afectan a los cultivos.
Una de las plagas que más daños genera a las cerezas es la Drosophila suzukii, conocida también como ‘mosca de alas manchadas’, que deposita sus huevos en esta fruta, los que luego se transforman en larvas y destruyen el tejido de la cereza.
Para combatir esta plaga, el Centro de Fruticultura, que es parte de la Facultad de Ciencias Agropecuarias y Forestales de la Universidad de la Frontera(UFRO) desarrolla desde 2019 una investigación que se basa en la puesta de atractores en los huertos. Así, la mosca es atraída, queda atrapada y muere en la trampa y lo que evita la proliferación de esta plaga.
Desde Temuco, Cristian Meriño, encargado de Difusión y Vinculación con el Medio BIOREN-UFRO, explica que “los atractores, son trampas, que pueden ser sustancias químicas o dispositivos que tienen colores como el rojo, que llaman la atención de la D. suzukii, que queda atrapada en la trampa. Es ideal que cada productor coloque cinco o seis trampas por hectárea en sus huertos para aumentar la efectividad. De hecho, las trampas nos han permitido reducir en 40% el ataque de la Mosca de alas manchadas en las frutas”.
“La tasa de incidencia que puede tener esta mosca sobre la destrucción de la fruta es bastante elevada. Hay pérdidas incluso totales en los huertos de cerezos producto de la actividad de esta mosca. Por lo tanto, la solución para los productores convencionales, es decir, aquellos que utilizan agroquímicos, es bastante fácil. Aplico insecticidas y con eso disminuyo la presión de la plaga. Sin embargo, el problema surge para los productores orgánicos de cerezas que no pueden usar agroquímicos, en consecuencia tienen que usar opciones o alternativas que vayan por el lado de la línea orgánica. En ese sentido, es donde estamos trabajando desde este centro”.
El Centro de Fruticultura nació en septiembre de 2018, en el marco del Convenio Marco FRO1795 “Fruticultura Sin Fronteras”, financiado por el Ministerio de Educación de Chile. Sus líneas de trabajos están enfocadas en la sostenibilidad, el uso eficiente de recursos en la producción frutícola y la adaptación al estrés y cambio climático en especies frutales.
Bajo estas directrices, de forma constante, el Centro impulsa investigaciones que respondan a las problemáticas que afectan a la Zona Sur (Región de La Araucanía y Región de Los Ríos) como es contar con variedades que se adapten al clima. En esa línea, el centro desde 2019 está evaluando variedades de arándanos que se adapten mejor al clima templado de la zona, como lo son top shell y aurora, y las están comparando con las variedades más tradicionales como Legacy, junto con analizar las fechas para cosecharlas y las características de estas frutas en la poscosecha
Meriño comenta: “La fruticultura responde a las necesidades del consumidor, que demanda variedades más crocantes, firmes y dulces. Por lo tanto, estamos respondiendo a eso con esta investigación. La Región de la Araucanía, por su clima, no puede competir con las producciones de noviembre porque ese mes estamos recién en floraciones. En consecuencia, el componente importante es que son producciones más retrasadas hacia mediados de enero, principio de febrero. De alguna manera complementamos la oferta que tiene Chile en arándanos con el uso de estas variedades en una zona de clima templado”.
El Centro actualmente evalúa variedades de arándanos que se puedan adaptar al clima templado de la Zona Sur.
Los pasos siguientes, comenta el investigador, son consolidar la información de la investigación. Por ejemplo, determinar si necesitan más o menos agua, las variedades y cómo eso se relaciona con la calidad de la fruta. Para luego entregar las directrices a los productores para que puedan producir estas variedades en la Zona Sur.
En cuanto a viticultura, el centro desarrolla una investigación para establecer cuáles son las variedades más adecuadas para la producción de vino en el valle central de la Región de la Araucanía. “En el campo experimental Manquehue junto a la profesora Alejandra Aravena estamos trabajando en la evaluación de cuáles son las mejores variedades para producir en la zona. En ese sentido estamos estudiando once materiales. También establecimos una pequeña sala de vinificación(proceso mediante el cual la uva se transforma en vino), que tiene el propósito de apoyar en un futuro la capacitación de la población, como los pequeños productores respecto a cómo realizar este proceso de vinificación”, comenta Cristian Meriño.
La nutrición también se ubica como uno de los temas claves de las investigaciones del Centro. Meriño, detalla que “analizamos el uso de micronutrientes, como un potenciador de la incorporación de otros nutrientes. Como es el caso del molibdeno, que favorece una buena administración del nitrógeno en la planta. Por lo tanto, si ejecuto aplicaciones de molibdeno, podría estimular una mejor absorción de nitrógeno y evitar la incorporación excesiva de nitrógeno”.
“También analizamos como lograr una dosificación adecuada de fertilizantes para lograr una mejor administración de recursos. Muchas veces los programas nutricionales se diseñan en países de como EEUU o en el centro de nuestro país, pero las condiciones ambientales de nuestra región son totalmente distintas: tenemos suelos derivados de cenizas por los volcanes que se encuentran en la zona y que tienen un pH inferior a 5,5 a diferencia a lo que ocurre con la Zona Central donde el pH es cercano a 7. Lo que provoca que la estrategia final se vea enfrentada a estas condiciones y no se obtengan los mismos resultados que se obtienen en la Zona Central. Por eso, nuestro trabajo como Centro es levantar estos problemas, brechas productivas propias de nuestra zona y poder ajustar los programas de manejo de huerto de la Zona Centra o en otro país, en la Zona Sur”, enfatiza Meriño.
El Centro de Fruticultura desarrolla de forma constante diversos proyectos claves que son financiados por entidades como CORFO y el Gobierno regional. Uno de ellos es un proyecto tecnológico de CORFO que comenzó en 2017. Se trata de un programa de sostenibilidad y uso eficiente de recursos en la producción de avellano europeo para la Zona Sur y que finaliza en 2024.
“Este es un proyecto que hemos trabajado con esta especie, para poder obtener información de como es el comportamiento del avellano europeo en una zona templada como la nuestra. Por ejemplo, desde el punto de vista nutricional, analizar su relación con algunos patógenos e insectos, conocer el desempeño fotosintético y como es la economía hídrica que se puede con obtener con este cultivo”, detalla Meriño.
Otro proyecto clave es de tipo Fondart. Meriño comenta: “Como Centro trabajamos en la utilización del internet de las cosas para las cosechas de arándanos y cerezas, es decir, cómo optimizar estos procesos a través la utilización de nodos o comunicadores en los canastos de cosechas. Lo anterior para poder entregar información sobre el proceso mismo de la cosecha, cómo se está ejecutando. Si hay una temperatura muy elevada o más baja, como es la manipulación que tiene la fruta, y como eso va a incidir en su vida de poscosecha. Este proyecto lo esperamos finalizar este año”.
OPTIMIZAR EL USO DE FERTILIZANTES Y MANO DE OBRA: LOS DESAFÍOS DE 2023
Si el año pasado la crisis logística marcó a la industria hortofrutícola, este año la Zona Sur presenta diversos desafíos como la adaptabilidad y estudio de variedades que se adapten a las condiciones climáticas de la zona, optimizar el uso de fertilizantes y mano de obra.
Los costos elevados de los fertilizantes han provocado que los pequeños productores, que cuenta con hasta 10 hectáreas, no puedan financiar los costos. Meriño dice que “es un desafío importante que debemos plantearnos como región”.
Para solucionar este problema, plantea el investigador, que es clave potenciar los recursos del suelo para mejorar la disponibilidad de nutriente: “Tenemos que sacarle provecho a las bacterias que trabajan en proceso de fijación y de mineralización de nutrientes para que la planta pueda incorporarlo a su sistema”, agrega.
En el caso de la mano de obra, la industria frutícola requiere de una gran cantidad de personas. “No hay mano de obra para los pequeños agricultores, muchos tienen que contar con su familia para los procesos. Tenemos que generar estrategias que soluciones esta problemática”, dice Meriño.