
El cultivo de frutales en la zona sur de Chile cobra cada vez más fuerza. Pero en el caso del avellano europeo (Corylus avellana L.) no es nuevo y está teniendo interesantes proyecciones. Diversos factores contribuyen al aumento de la superficie plantada de avellano europeo el sur de Chile: condiciones de suelo y de clima favorables; capacidad instalada para la producción y exportación del fruto. Una reducción de los costos de producción en el tiempo, la disponibilidad de tierras para establecer huertos de mayor tamaño. Así explica Blanca Messina, ingeniera agrónoma y consultora especializada en avellano europeo en las regiones del centro y sur de Chile.
Otros elementos a favor son: la disponibilidad de suelos planos, que facilitan la mecanización, así como acceso a riego. Si bien los costos de mano de obra son elevados en la fruticultura en general, en este caso, precisa que “son comparativamente competitivos en el mediano y largo plazo”. Y la posibilidad de cultivar variedades que permiten obtener frutos de buena calidad y alto rendimiento.
Un tema importante es el porcentaje de humedad de la fruta. En la zona centro-sur va entre 18% a 20% y en la zona Sur varía entre 20% a 23%. El poder comprador exige y paga por fruta al 6%, por lo que productores de ambas zonas deben considerar el acceso a una planta de secado (dependiendo de la superficie), explica Messina. Considerando la demanda internacional de avellano, la profesional estima que Chile necesitaría tener una superficie plantada superior a 30.000 hectáreas. “No hay ningún lugar en el mundo que tenga esta capacidad y con el potencial que hay en Chile”, dice.
El avellano se puede adaptar a distintos tipos de suelo, pero hay tres limitantes: mal drenaje, alta compactación y pedregosos. Esto se debe a que el sistema radicular es muy sensible a asfixia; tiene un sentido de exploración más horizontal que vertical, por lo cual la profundidad de las raíces es menor que en otras especies frutales. Además, la presencia de piedras complica la mecanización posterior del huerto. “En suelos con mal drenaje, se deben hacer trabajos previos a la plantación, formando camellones”, advierte Blanca Messina. Agrega que el pH óptimo es entre 6 y 7, pero tolera niveles de acidez entre 5 y 6, y de salinidad entre 7 a 7,8.
Esta especie responde a las condiciones climáticas presentes al sur de la región del Maule. Los requerimientos de frío oscilan entre 800 y 1.300 horas, dependiendo de la variedad. No es recomendable establecer cultivos en zonas con temperaturas sobre 35ºC y baja humedad relativa durante el periodo vegetativo, precisa. Una característica es que la fecundación y floración son diferidos; es decir, florece en invierno y la fecundación ocurre tres a cuatro meses después. Por eso, todos los eventos climáticos de temperaturas o precipitación que ocurran en esas épocas son importantes para la fecundación.
Blanca Messina, ingeniera agrónoma, consultora especializada en avellano europeo.
Las temperaturas medias anuales deben oscilar entre 12ºC y 16°C con un mínimo de 700 horas frío por debajo de 7°C y temperaturas mínimas invernales superiores a -8°C. La tolerancia del avellano a bajas temperaturas es considerable. Antes de floración, las flores femeninas, puede resistir -20ºC y durante esa etapa, se han observado daños a -8ºC. En el caso de las flores masculinas, previo a floración resisten entre -16ºC y -18ºC y durante de ese periodo registra daños a -7ºC. Las yemas vegetativas en estadio de primera hoja se han observado daños entre -3,5ºC y -4ºC, mientras que, en tercera hoja, el efecto se ve a -2,5ºC.
Hay cuatro elementos críticos para este cultivo: las temperaturas mínimas en receso y brotación; las temperaturas máximas, la velocidad del viento y las precipitaciones. Uno de los más importantes, señala Messina son las altas temperaturas y niveles de radiación UV. En la zona de San Rafael (Talca), huertos establecidos con la variedad Tonda Gentile delle Langhe registraron daño foliar severo generando estrés en toda la planta. Esto se manifiesta en “desórdenes fisiológicos como la deformación de amentos lo que se está atribuyendo a condiciones de alta temperatura durante la época de inducción floral”, advierte.
El viento también altera el desarrollo de las plantas. “Hay un lento crecimiento, deformación de la estructura del árbol. Hay un cambio en microclima interno de la planta; estrés marcado y un incremento de la transpiración”, explica Messina. Este escenario se puede revertir formando cortinas corta-vientos, antes de establecer el huerto.
Por todo lo anterior, la asesora enfatiza que el establecimiento del huerto se debe estudiar con un año de anticipación para determinar qué factores estarán presentes en la futura zona de plantación y preparar el terreno. Lo primero es hacer un análisis de suelo que implica: evaluación química completa, estudio físico; curvas de encalado y análisis de nematodos.
Un manejo determinante en el éxito de la plantación es el subsolado del terreno. Éste se debe en suelo seco (no húmedo ni saturado). Lo ideal es que sea a 1 metro de profundidad real (o mínimo entre 80 y 90 cm.) para lograr una adecuada fractura del perfil, y es clave en terrenos de la zona sur, usados para otro tipo de cultivos, advierte Messina. La distancia entre cada línea debe ser de 5 metros y en distintas direcciones (como un asterisco o estrella de 6 puntas). En suelos ácidos (característicos de la zona sur), se recomienda efectuar enmiendas con cal, según lo indiquen las curvas de encalado. Si después de establecido el huerto esta condición se mantiene, la profesional sugiere realizar correcciones nuevamente.
Además de conocer sus características y requerimientos, la elección de la variedad implica saber aquellas que están disponibles en el país, sus ventajas, desventajas. También la densidad de plantación y los sistemas de conducción más adecuados, comenta la consultora. En Chile destacan: Tonda di Giffoni (Italia), Barcelona, Yamhill, Lewis y Jefferson (Universidad del Estado de Oregon, EE.UU.).
Cada variedad tiene sus atributos que se deben evaluar: potencial productivo, facilidad de pelado, índice grano-cáscara; tamaño del grano, índice de redondez, sabor y aroma. Lo mismo ocurre con la susceptibilidad a enfermedades. En el caso de Barcelona, tiene una alta susceptibilidad a ataque de bacterias del tipo Xanthomonas spp., mientras que Tonda di Giffoni es más sensible a grano enmohecido, pero menos a Aegorhinus comparado con Barcelona.
Tabla 1: Variedades de Avellano Europeo y su Proceso (gentileza de B. Messina).
También es fundamental la calidad genética, agronómica y sanitaria de las plantas, destaca. Lo primero se refiere a que la planta adquirida corresponda a la variedad que el productor necesita, tenga una correcta adaptación al suelo y clima donde se establecerá. Las plantas polinizantes son igualmente relevantes y deben estar identificadas con la variedad respectiva. La calidad agronómica, implica una alta calidad de las raíces y un sistema muy bien desarrollado, en una planta a raíz desnuda o en maceta. En este último, la raíz debe cubrir todo el pan de tierra. “Una planta con mal sistema radical jamás podrá formar un huerto de producción precoz, longevo y sano”, insiste la asesora.
Dado que esta especie es autoincompatible, “los huertos deben tener establecidos también polinizantes, que sean genética y fenológicamente compatibles con la variedad que se producirá”, explica Messina. Es decir, los polinizantes deben tener los alelos que corresponden con la variedad principal, y liberar polen en el momento en que las flores femeninas de la variedad principal están receptivas. Al ser una especie de polinización anemófila, (solo por el viento) requiere que llegue gran cantidad de polen hasta la flor femenina. Lo normal es que se use entre 5 y 12 polinizantes o más por cada 100 plantas, comenta la asesora.
¿Cómo distribuirlos? Hay dos sistemas. Uno es ubicar una hilera de polinizantes seguida de 8 a 9 hileras de plantas principales seguidas de otra hilera de polinizantes igual que la anterior. El objetivo es mantener separadas los dos tipos de plantas y evitar que se mezcle la fruta al cosecharlas. Sin embargo, la asesora afirma que, de acuerdo a su experiencia, “no hay mezcla de fruta cuando se plantan los polinizantes intercalados”. El otro método (Sistema Oregon) ubica un polinizante después de la tercera planta en la tercera hilera (formando un rombo) su distribución más homogénea en el huerto. Esto representa el 10% de dichas polinizantes. Los marcos de plantación son diversos: 6×4 (416 plantas por hectárea), 5×3 (667 plantas por hectárea) y 5×2,5 (800 plantas por hectárea) en el caso de las variedades menos vigorosas.
En su estado natural, esta especie es un arbusto y produce muchas sierpes (brotes) y para que sea altamente productivo se puede optar por tres sistemas de conducción, explica la asesora. Para elegir el correcto hay que considerar 5 factores: el vigor de la variedad, tipo de suelo, marco de plantación, presencia de viento y mecanización del huerto. Los sistemas más usados son tres: monoeje (o árbol, de un solo eje con el tallo de 50 – 60 cm del suelo cuyo fin es el desarrollo de una copa) y arbusto (sistema multiejes usado en variedades poco vigorosas). Ambos se diferencian por la altura de las ramas. A ellos se suma el vaso arbustivo que corresponde a una planta de tallo corto (ramas a 30 – 40 cm del suelo).
En variedades vigorosas como Barcelona, lo óptimo es usar el sistema monoeje para formar una copa y no el multieje pues el huerto se ensombrecerá mucho en poco tiempo, advierte Messina. Ante la presencia de viento fuerte, el sistema multieje es mejor, porque permite al árbol formar mejor la estructura y resistir esa condición.
Es un elemento determinante para lograr una mayor producción y considera tres factores: la cantidad de luz solar que reciben las ramillas del año. Si es elevada, incrementa de 1,5 a 3 veces la cantidad de flores femeninas. En árboles con ramillas de 15 a 35 cm incrementa el número de flores femeninas, explica Messina. Asociado a lo anterior está la poda. Independiente del sistema de conducción, insiste que es muy importante promover el ingreso de luz solar hacia la estructura del árbol y evitar el emboscamiento.
Hay dos zonas en las que se cultiva esta especie. El primer tramo abarca las regiones del Maule y Bío Bío. Tiene bajos niveles de precipitación y cosechas tempranas de fruta con bajos niveles de humedad, reduciendo los tiempos de secado. La profesional advierte la presencia de plagas de curculiónidos así como de bacterias es reducida, pero hay una alta incidencia de chinche. El segundo tramo comprende desde La Araucanía hacia el sur con alta pluviometría, por lo que la fruta se cosecha con altos niveles de humedad. Pero hay una alta incidencia a enfermedades como Xanthomonas y presencia de plagas como curculiónidos.