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Viña François Lurton

La primera viña biodinámica de chile

Los manejos “biodinámicos” apuntan a obtener el equilibrio de la planta para fomentar una producción natural. Nació de un filósofo austríaco hace casi un siglo, cuando el empobrecimiento de los suelos agrícolas en Europa comenzaba a ser evidente. En Chile, la Viña François Lurton lo aplica en su viñedo de 28 ha ubicado en el Valle de Lolol para obtener lo mejor del terroir de esta. A ello le agrega una amplia experiencia familiar, de más de 120 años en el cultivo de uvas para vino y la vinificación en Francia.

02 de Noviembre 2017  Jorge Velasco Cruz
La primera viña biodinámica de chile

Sus vinos han sido reconocidos en Chile y en el extranjero. Es el caso, entre otros premios obtenidos, del Gran Araucano Cabernet Sauvignon, elegido tres veces como el mejor Cabernet Sauvignon del país por la organización Wines of Chile. O del vino ícono Alka 2015 Carmenere, que obtuvo 96 puntos según al destacado crítico norteamericano James Suckling. Ambos, de alguna manera, lograron resaltar en la industria por representar el terroir de los valles de Apalta y Lolol, en la Región de O’Higgins, donde la Viña François Lurton tiene su centro de operaciones.

“Con esta cosecha logramos lo que hemos buscado en los últimos años, después de 14 vendimias de nuestro vino Icono ALKA: la total expresión de la cepa, con equilibrio y elegancia, que proviene de la elaboración del Carmenere producido en nuestros viñedos”, señaló en su momento, cuando supo del reconocimiento de Suckling, el propio François Lurton, que forma parte de la quinta generación de una familia viñatera de Burdeos, Francia.

Hace más de 30 años, en 1985, luego de culminar sus estudios de comercio, François Lurton ingresó al negocio familiar para desempeñarse como director comercial y de mercadeo de los viñedos de su padre, André Lurton. En 1988 fundó su propia empresa de consultoría junto a su hermano Jacques (Jacques & François Lurton) para la crianza, vinificación y marketing de vinos, lo que les permitió descubrir diversas variedades y terruños alrededor del mundo.

Diego Vergara.

Producto de la llegada de la viña San Pedro al stand que montaron en la Vinexpo de Burdeos en 1991, comenzaron a asesorar a esta empresa y a acercarse a la realidad chilena. A medida que fueron conociendo las distintas zonas, optaron por establecerse y producir vinos en diversos lugares. Chile fue uno de ellos. “Vieron el potencial que tenía el país para producir y se decidieron a plantar una viña de estilo familiar, a una escala pequeña. Entre otros, querían que tuviera condiciones para producir Sauvignon Blanc, dado que ellos vienen de una familia que es reconocida por cultivar esta cepa”, comenta Diego Vergara, enólogo de la Viña François Lurton.

En 2007 la empresa se reorganizó, François Lurton pasó a ser el accionista mayoritario y la compañía pasó a llamarse François Lurton S.A. Hoy tiene 235 hectáreas de viñedos repartidos en Francia, España, Argentina y Chile, para producir 70 vinos diferentes y contar con el trabajo de 150 colaboradores.

LA MAGIA DE HUMO BLANCO

El predio agrícola de la Viña François Lurton en Chile es la Hacienda Araucano, en el Valle de Lolol, que fue comprada el año 2000. Se trata de 200 ha en la zona de Colchagua, a 200 kilómetros de Santiago y a 40 de la costa, que se complementan con dos hectáreas de Carmenere arrendadas a largo plazo en el Valle de Apalta y la adquisición de algunas producciones de uva a otros agricultores de la zona.

De la superficie total, el viñedo en la Hacienda Araucano ocupa 28 ha y alcanza una producción de 200.000 litros en promedio al año en las líneas Ícono, Gran Reserva, Premium y Humo Blanco. Esta se suma a aquella obtenida por agricultores externos en el Valle de Apalta y otros sectores de Colchagua (en algunos casos, François Lurton se hace cargo de todo el manejo y, en otros, compra la uva ya cosechada para vinificar grandes volúmenes), para llegar finalmente a la elaboración de alrededor de un millón de botellas (800.000 litros) anuales.

En el predio, la viña tiene plantadas 7,95 ha de Sauvignon Blanc, 5,29 de Carmenere, 4,39 de Pinot Noir, 1,59 de Cabernet Sauvignon, 1,04 de Cabernet Franc, 0,51 de Petit Verdot, 0,19 de Malbec, 1,9 de Chardonnay, 2,12 de Syrah y dos hectáreas con plantaciones recientes de Viognier y Petit Manseng. Todas ellas se han distribuido en distintos sectores, con el fin de ofrecer una paleta de sabores más variada.

El lugar presenta excelentes condiciones para la producción vinífera. Está marcado por una fuerte influencia oceánica que suaviza el calor interior y cuenta con una importante amplitud térmica que favorece la madurez de la uva. Las temperaturas bajan hasta -2°C en invierno y no superan los 30°C durante los meses de verano, con noches siempre frescas (sin contar la ola de calor del último año). A su vez, es un sitio en el cual la mayoría de las lluvias 500 milímetros al año (promedio ultimo 5 años) caen durante los meses de invierno.

Junto con ello, la diferencia de temperatura entre las aguas frías del océano Pacífico (10°C) y el continente produce la formación de nieblas matutinas que ingresan al Valle de Lolol de oeste a este. Esta niebla, que en la zona le llaman “Humo Blanco” y que da nombre a una de las líneas de vinos más destacadas de la viña, mantiene el frescor durante toda la noche hasta ya entrado el día y favorece la producción de uvas de climas frescos como el Pinot Noir y el Sauvignon Blanc. “Es un clima de transición: no es tan cálido como el de Santa Cruz y el resto de Colchagua; tiene influencia oceánica pero no es costero. Hay suficientes horas frío y muy bajo riesgo de heladas”, explica Diego Vergara. Por otra parte, la presión de plagas es bastante baja: focos controlados de oídio y arañita roja y algunos brotes de botritis, pero ocasionales.

VARIEDADES EN FUNCIÓN DEL SUELO

Con una altura de 150 m sobre el nivel del mar y pendientes orientadas al norte, la hacienda está compuesta por tierras que pertenecen al sector oriental de la Cordillera de la Costa, con suelos coluviales de origen volcánico sedimentario. Los tipos de rocas predominantes son la andesita y la dacita. “Son de texturas finas y, por eso, el tipo de suelo predominante es franco arcilloso. Retiene agua y con un riego profundo al principio de la temporada (octubre) y una alimentación posterior paulatina, se puede mantener con la humedad requerida por los cultivos durante la temporada. Hay que sostener un nivel de humedad suficiente para que el agua pueda penetrar hasta el punto requerido. Porque si se deja de regar y la tierra se seca, posteriormente va a ser muy difícil que el agua penetre”, explica el enólogo de la Viña François Lurton.

Se trata, a su vez, de suelos fríos que llevan a la uva a tener una maduración más lenta que en otros sitios. Como consecuencia, al haber menos calor al final de la temporada, se superpone de mejor manera la madurez fenólica con la madurez tecnológica (nivel de acidez y azúcar). “En general, nuestros vinos son bastante frutosos. No son excesivamente alcohólicos. Siempre están muy bien maduros y no se da ese verdor que a veces aparece en variedades como Carmenere y Cabernet Sauvignon. Eso se da porque se puede esperar a que disminuyan los compuestos pirazínicos y que estén más maduros los taninos”, detalla Vergara.

La viña decidió cultivar variedades en función de los suelos y de la exposición de los viñedos. Comenzó en 2003 con la plantación de Carmenere (antes vinificaba producciones de otros agricultores de la zona), aunque el terruño se adapta muy bien al Pinot Noir y el Syrah. La última plantación de nuevas parras fue en 2016, cuando se colocaron dos hectáreas de Petit Manseng (primera viña que planta esta uva blanca en Chile), Viognier y Pinot Noir en un sector ubicado en una ladera de cerro. “La idea es tener un viñedo con identidad, basándose en cepas tintas como Carmenere y Cabernet Sauvignon, pero incorporando también otras. En el caso de Viognier y Petit Manseng, se pretende hacer ensamblajes blancos con una mayor complejidad aromática”, dice el enólogo.

El Sauvignon Blanc también destaca en estas tierras, mostrando un carácter diferente al de Casablanca, para lo cual se ha ido adaptado el proceso de vinificación. “Apunta a ser un vino con identidad. Con un grado de mayor madurez, se inclina más por aromas más próximos a frutos maduros de carozo que por la búsqueda de aromas exóticos. La idea es no ser como aquellos Sauvignon Blanc muy expresivos en nariz y que en boca son bastante verticales, fáciles de beber y que se ocupan para un aperitivo. Acá se busca un Sauvignon Blanc que tiene más peso y volumen en boca. El concepto es un vino “gastronómico” que pueda servir para acompañar un salmón o algún marisco. Para ello se ha cambiado la fecha de cosecha –es un poco más tardía que en Casablanca- y el proceso de vinificación se lleva a cabo con mucho trabajo de lías, de borras finas para darle más densidad y medio. Se incorpora además madera sin tostar, que le da más volumen en boca”, explica Diego Vergara.

EL PROCESO DE UN ESPUMANTE COMPLEJO

La vendimia comienza a fines de enero (27 al 31 este año) con la cosecha de Pinot Noir para elaborar el espumante Une, un producto que se lanzó por primera vez este año. Proviene de la parcela que se ubica en el sector más bajo, por lo que tiene mayor presencia de agua y es más frío. Ofrece, por lo tanto, un vino de mayor acidez y menor grado alcohólico, ya que las uvas son recogidas en forma temprana.

“Para el espumante se hace un vino base y después se realiza una segunda fermentación en botella con la que se busca producir la burbuja. Si, por ejemplo, se tiene un vino base de 12º, la segunda fermentación subiría a 14º y sería un espumante no muy grato de beber. Por ello, la idea es cosechar a 10º de alcohol probable, para que después, en la segunda fermentación, se alcancen 12º a 12,5º”, explica el enólogo.

El proceso utilizado es tradicional o champenoise, que consiste en dos fases y permite formar espumantes complejos: la primera fermentación se hace en cuba para obtener un vino fresco de buena acidez, y la segunda se efectúa dentro de la botella, donde se forman las burbujas. La primera cosecha se realizó en 2015. El espumante se mantuvo más de un año sobre su borra para agregarle mayor complejidad. Posterior a este tiempo, se lleva a cabo el degüelle, un lento proceso de inclinación de la botella para que los sólidos decanten en el cuello, con el fin de extraer estos restos. Recién en esta temporada estuvo listo para ser comercializado.

La uva Sauvignon Blanc, en tanto, se cosecha desde mediados de febrero durante dos a tres semanas: este año, al igual que el resto de la uva, se adelantó dos semanas y la vendimia se hizo entre el 1 y el 23 de febrero. Le siguió la cosecha de Chardonnay, que se llevó a cabo entre el 15 y el 28 de febrero, la de Pinot Noir (23 de febrero al 9 de marzo), Malbec y Petit Verdot, que se hicieron el 1 de marzo; Syrah (9 al 14 de marzo); Cabernet Franc (21 de marzo); Cabernet Sauvignon (23 al 29 de marzo); y Carmenere (31 de marzo al 26 de abril).

 

LA CARTA DE VINOS

Los vinos de la Viña François Lurton se distribuyen en: Ícono (Alka, 100% Carmenere); Premium (Gran Lurton, 100% Cabernet Sauvignon); Gran Reserva (Clos de Lolol tinto -blend de cepas tintas- y Clos de Lolol blanco -blend de cepas blancas; Pinot Noir Humo Blanco Gran Cuvée); Reserva (Lurton Reserva Cabernet Sauvignon, Carmenere y Chardonnay; Humo Blanco Sauvignon Blanc, Pinot Noir, Cabernet Franc, Syrah);  Varietal (marcas Kawin, Wenu, Selección de la Hacienda en Cabernet Sauvignon, Carmenere, Merlot, Sauvignon Blanc).

Alka Carmenere

La maduración larga y tardía del Carmenere se adapta muy bien al clima de Lolol, gracias al impacto de las nieblas matinales. El vino Alka es elaborado 50% con vides del viñedo de Lolol y 50% con parras de pie franco (cepas sin injertar) de la localidad de Apalta. La densidad de plantación alcanza a 5.500 plantas por hectárea, con una edad media de 15 años, para lograr rendimientos de 25 a 30 hectolitros por hectárea.

Las vendimias se realizan a mano, de madrugada, las uvas se refrigeran y se maceran en frío durante un largo tiempo antes de su fermentación. La fermentación se realiza en barricas nuevas de roble francés (fermentación integral). Posteriormente, el vino se cría en las mismas barricas durante 18 meses. Producción de 6.000 litros al año, aproximadamente.

Gran Araucano Cabernet Sauvignon

El primer Gran Araucano Cabernet Sauvignon se obtuvo en 1997, gracias a que se realizó un proceso de vinificación en una bodega de terceros con uva de productores de la zona de Colchagua para tintos (un proceso similar ocurrió con vinos blancos, pero con uvas de Casablanca). El frescor de las noches potencia la buena madurez de esta uva, que es cosechada a mano y seleccionada. Se usan cuarteles con 3.000 cepas/ha y 4.500 cepas/ha, con vides de 15 a 20 años de antigüedad. Las uvas se meten por gravedad en cubas acero inoxidable/concreto donde se someten a una maceración en frio y después a la fermentación alcohólica, con frecuentes remontajes y estrujados. El primer vino obtenido se mezcla con el vino de prensa y se

vuelve a meter en barricas nuevas de roble francés en las que se realiza la fermentación maloláctica. Después continúa la crianza del vino en barrica durante 18 meses.

Clos de Lolol

Ensamblaje biodinámico de Carmenere (33%), Cabernet Sauvignon (15%), Syrah (32%) y Cabernet Franc (20%). Cosecha manual y maceración en frio para extraer aromas y taninos suaves. Una vez realizada la fermentación, que se efectúa separadamente para cada cepa, se realiza el corte en cubas de roble francés, donde comienza un período de crianza de 18 meses. Densidad de 5.000 plantas por hectárea, con edades promedio de 13 años y rendimientos de 42 hl/ha.

El orgánico Clos de Lolol blanco, a su vez, es elaborado con 70% Sauvignon Blanc y 30% Chardonnay. Sin embargo, en el futuro se le dará mayor complejidad aromática, por lo cual se le incorporará Viognier y Petit Manseng. Edad media de vides de 15 años, con 4.000 cepas por hectárea y rendimientos de 60 hl/ha.

Humo Blanco

Vino orgánico 100% Sauvignon Blanc (Clon 242 / 3309 C.). Densidad de plantación de 4.000 plantas por hectárea, con una edad media de las vides de 15 años y un rendimiento de 11.000 kg/ha en el Valle de Lolol.

Humo Blanco Grand Cuvée Pinot Noir

100 % del Valle de Lolol. 4.000 cepas/ha con vides de edad promedio de 7 años y rendimiento de 45 hectolitros por hectárea. Vinificación en cubas pequeñas de acero inoxidable con una larga maceración de 25 días, seguido de un período de crianza de 18 meses en barricas de roble francés.

FORMACIÓN DEPENDIENDO DE CADA CEPA

La producción en la Hacienda Araucano ha apuntado a obtener rendimientos promedio que fluctúan entre las seis toneladas por hectárea (Carmenere, Alka) y las doce toneladas por hectárea (Sauvignon Blanc, Humo Blanco) dependiendo de la cepa, buscando siempre el equilibrio de las plantas. “La idea no es producir una cantidad determinada de kilos, sino interactuar con la naturaleza y lo que ella nos está entregando. Nosotros damos las mejores condiciones para las plantas, pero no buscamos exigirlas para que produzcan lo que nosotros en teoría queremos”, cuenta Vergara.

Con los años de experiencia, en la viña ya han visto el potencial productivo de cada cuartel. La carga, en consecuencia, se regula en la poda, de acuerdo a los objetivos productivos: menos yemas para lograr mayores concentraciones de los diversos compuestos de cada cepa.

La estructura de las vides/parras, en tanto, comprende distintos sistemas de conducción de acuerdo a las cepas. La mayoría se poda en guyot doble y cordón apitonado y es conducido en espaldera. Sin embargo, el Syrah y el Viognier plantados en cerro emplean el sistema echalas, un sistema de conducción utilizado en Côtes du Rhône, Francia. “No tiene estructuras de alambre, sino que se dejan pitones. La planta crece como una cabeza. Para evitar que caiga al suelo se coloca un poste de madera y cuando los sarmientos tienen un largo suficiente, se toman y se amarran a él. Eso permite el crecimiento de los brotes para maximizar el potencial fotosintético, que la uva esté más expuesta al sol impidiendo el sombreamiento excesivo y favoreciendo la aireación”, detalla el ingeniero agrónomo de la viña.

Con el objetivo de no sobrerregar, se hacen calicatas y la viña tiene una estación meteorológica, a partir de la cual se calcula la evapotranspiración de los huertos. En este contexto, se riega por goteo con agua que es obtenida de un afloramiento y que es llevada hasta un tranque de acumulación de 45.000 metros cúbicos, desde donde es bombeada para los distintos sectores. El tranque está equipado con un sensor, que se programa para activar la bomba en caso de que el nivel de agua se encuentre muy bajo.

CERTIFICACIÓN Y FILOSOFÍA BIODINÁMICA

La bodega en la Hacienda Araucano fue certificada en 2013 en agricultura biológico-dinámica (biodinámica), con el objetivo de producir vinos lo más naturales posible (aun cuando la conversión hacia una producción más natural y sustentable estuvo arraigada en la viña desde un inicio). Este concepto fue desarrollado por el filósofo austríaco Rudolf Steiner en 1924, al ofrecer ocho conferencias a un conjunto de agricultores en Koberwitz (actual Polonia), y busca evitar el agotamiento de los suelos, favoreciendo una agricultura sostenible.

“El principal objetivo de Viña François Lurton es producir vinos de terroir y la mejor forma para hacerlo, según nosotros, es por medio de la biodinamia, porque a través de ella se le están dando todas las condiciones al suelo para que la planta busque su equilibrio y este se vea reflejado en la producción. En cambio, en la agricultura convencional u orgánica, se está suplementando el suelo con abonos de acuerdo a los objetivos productivos, homologando condiciones”, explica Diego Vergara.

La agricultura biodinámica busca revitalizar la tierra, los cultivos, los animales y, en definitiva, al ser humano. Por eso, todas sus prácticas agrícolas tienden a aumentar la fertilidad de la tierra, estimulando la vida del suelo y los procesos que intensifican la formación de humus. En resumen, toma al predio agrícola como un organismo en el cual todos los actores aportan para una producción sustentable. De esta manera, por ejemplo, en la Hacienda Araucano se usan gallinas para controlar insectos y ovejas que se sueltan en invierno para que coman las malezas.

En la Viña François Lurton nos explican algunos de los principios del manejo biodinámico: cualquier explotación agrícola se considera como un organismo vivo y en él se busca un balance por lo que se regulan los insumos y la producción para manejar la autonomía de este sistema. A su vez, no se fertiliza el suelo (con fertilizantes químicos), sino que se le intenta dar vida con la incorporación de materia orgánica (compost), para que existan las condiciones de asimilar los elementos minerales que necesita la planta para crecer y defenderse. De esta manera, se estimula la actividad microbiana para que procesen los nutrientes y los dejen disponibles para las plantas.

La regulación de la producción en la biodinámica requiere del control de la hierba para obtener suelos aireados y más ricos en microorganismos y el uso de compost y preparados biodinámicos hechos con hierbas, malezas, minerales y otros compuestos, que se aplican al compost en cantidades homeopáticas. De esta manera, comentan en François Lurton, “los vinos pueden expresar un potencial aromático que refleja profundamente su terruño de origen”.

Finalmente, el calendario que utiliza es el astronómico-agrícola (el más empleado es el de la investigadora alemana María Thun), puesto que se basa en los ritmos lunares, solares y zodiacales y en cómo estos afectan el desarrollo de las plantas. Aquí entran en juego la interrelación de diversos elementos, tal como ocurre con la influencia de la luna en la marea y que en este caso se manifestaría con un efecto similar en el agua que circula a través de las vides. También tendría un impacto el paso de la luna por los distintos signos del zodíaco, acentuando el crecimiento de una u otra parte de las parras (raíz, hoja, flor, fruto), de acuerdo al día de su siembra. A ellos se sumarían las horas de cosecha (en qué momento del día es más conveniente hacerla) y la temperatura del suelo, la rotación de la tierra y el sol, entre otros aspectos.

Como se busca obtener vinos de calidad, la cosecha se realiza manualmente. “Es más delicada y nos permite seleccionar mejor qué se recoge y qué no. Pero eso hace que el proceso sea también un poco más lento y oneroso”, dice el enólogo de la viña.

Los viñedos de Lolol son el centro de pruebas para desarrollar técnicas de agricultura ecológica, que después son exportadas a los demás viñedos de François Lurton repartidos por el mundo. “El clima local es propicio por naturaleza para la aplicación de estas técnicas, teniendo en cuenta las pocas enfermedades que hemos encontrado en Chile. Por ejemplo, aquí no se dan problemas de mildiu, la pesadilla de la mayoría de viticultores. Asimismo, gracias a este clima, tampoco hay filoxera, por lo que las vides se plantan a pie franco”, comentan en la viña. El predio de Lolol ha sido certificado como biodinámico por DEMETER, organismo internacional establecido en Suiza y encargado de realizar las certificaciones biodinámicas.

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