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En Chile

El gran crecimiento de las redes agrometeorológicas

Esta tecnología comenzó a desarrollarse en la década de los 90 en nuestro país y hoy cuenta con grandes redes, privadas y públicas, que cubren casi toda la superficie nacional. Son “el estado del arte” de la agricultura actual y consulta obligada para la toma de decisión de cuánto regar, entre otras aplicaciones como el control fitosanitario.

24 de Febrero 2017 Equipo Redagrícola
El gran crecimiento de las redes agrometeorológicas

Bien utilizadas, los resultados pueden ser alentadores: disminuir en un 15% el riego y el costo energético, y el aumento de al menos un 5% de los rendimientos de los cultivos son algunos de las cifras que seducen cada día a más agricultores. Pero aún hay mucho por hacer. Ésta es la historia, estado y desafíos de las redes agroclimatológicas en nuestro país.

El invierno más frío en 98 años, la disminución de un 25% de las precipitaciones en el siglo XX, la posible merma de hasta un 40% de las lluvias en el siglo que viene… El clima definitivamente está cambiando. Y a pesar de que no se pueda controlar, hay maneras de monitorearlo. Todo para tomar las decisiones correctas que pueden incidir directamente en el éxito de los cultivos. Las estaciones agrometeorológicas son una de las formas para lograrlo.

“Mi hipótesis es que debido al cambio climático los índices bioclimáticos van a ser dinámicos. Por eso es importante tomar conciencia de la necesidad de monitorear el clima constantemente. No basta hacer un estudio de 4 años porque quizás en 5 o 10 años más todo va a ser diferente”, advierte Samuel Ortega, director del Citra (Centro de Investigación y Transferencia en Riego y Agroclimatología) de la Universidad de Talca, quien lleva trabajando 22 años con estaciones agrometeorológicas.

En Chile, esta tecnología comenzó a desarrollarse tímidamente en la década de los 90. Primero se trataba de estaciones convencionales, las que poco a poco fueron automatizándose. Hoy los equipos funcionan como pequeños computadores que almacenan los datos arrojados por los sensores, en vez de que el observador tenga que leerlos directamente.

Los avances también han permitido mejorar la calidad de los sensores, así como también la frecuencia en la transmisión de los datos. La manera más utilizada para transmitir la información es la telemetría, que consiste en la medición remota de magnitudes físicas y el posterior envío de la información hacia el operador del sistema. El envío de datos puede ser mediante cables, teléfono o tecnología inalámbrica: UFH, GSM/GPRS, Satélite, Zig Bee, Wireless LAN, etc. La distancia, la cantidad de datos a transmitir, la frecuencia de la transmisión, el costo y la fuente de energía son las variables que hay que considerar para elegir entre una y otra.

Las variables que registran las estaciones pueden ser datos básicos como temperatura, radiación solar, velocidad de viento, etc., o procesados, como horas frío.  Además estos datos pueden incorporarse a complejos modelos matemáticos para prevenir enfermedades (hongos y plagas), pronosticar cosechas, o para calcular la evapotranspiración (ET), vital para saber con precisión cuándo, cómo y cuánto regar (ver recuadro III).

 “Hay que comprender que el uso de estaciones meteorológicas es el actual estado del arte de la agricultura a nivel mundial. Si quieres hacer algo de calidad hay que usar esta tecnología”, afirma Bernhard Pacher, managing director de Adcon Telemetry.  En el mundo, se estima que hay al menos 85 mil estaciones instaladas (ver recuadro II).

No es lo mismo tener una estación aislada que implementar una red agrometeorológica. Éste es un sistema que recibe y procesa los datos arrojados por distintas estaciones ubicadas en diferentes zonas. Esta información puede usarse en beneficio de toda una comuna, región o país y puede obtenerse en tiempo real. El agricultor puede enterarse desde su celular o computador de cualquier cambio importante que afecte a sus cultivos.

Otra ventaja es que el usuario recibe la información previamente procesada. Y si una estación falla, se pueden obtener datos de otra ubicada en una zona con un clima similar al área de interés, por lo que se asegura la continuidad y la calidad de la información. El costo de operación y mantenimiento también es menor ya que se logra sinergia: una sola base central puede procesar información de decenas de estaciones. Así también se hace más fácil instalar nuevos sensores que puedan brindar nuevas aplicaciones

En busca del ciclo perfecto

La realidad del riego en Chile no es muy alentadora. Según un estudio de la Universidad de Concepción, la eficiencia de riego en la zona central de Chile sería de apenas de un 30%, en comparación con California. “El regante promedio está sobre regando un 15%. Si reduces esta cifra disminuyes inmediatamente el costo de energía, además de que estás lavando menos nutrientes del suelo, por lo que necesitarás fertilizar menos y al mismo tiempo puedes incrementar entre un 5 y 10% el rendimiento de tu producción. En cuanto a los químicos, en general puedes reducir su uso en un 25%, es decir 25% menos tiempo de uso de tractor, y también generas menos residuos”, comenta Bernhard Pacher. Al regar menos, se generarían menos malezas, por lo que se produciría un ahorro importante en herbicidas.

Además las estaciones pueden automáticamente activar o desactivar válvulas de riego, medir el flujo en canales de irrigación, regular la extracción de pozos y la actividad de bombas y motores. “Ajustar las dosis significa aplicar de manera precisa: ésa es la noción más amplia de riego tecnificado, no se refiere simplemente al agua, sino que al ciclo completo de producción vegetal”, explica Héctor Jeria, encargado de políticas de riego de la división de estudios y desarrollo de la Comisión Nacional de Riego (CNR). La detección de fugas, el monitoreo de nivel de ríos con sensores de radar, la alarma contra inundaciones, el monitoreo de calidad de agua y aire, son otras de las aplicaciones.

En el fondo, las estaciones agrometeorológicas apuntan hacia una agricultura más limpia y sustentable: “El sobre regar está causando un gran problema ecológico ya que al lavar los nutrientes del suelo, el  nitrato y el fósforo se van a los ríos y lagos. No importa dónde mires, una de las mayores fuentes de contaminación de las aguas es la agricultura”, advierte Pacher. Los mercados se ponen cada día más exigentes y estar a la altura ya no es una opción: trazabilidad, huella de carbono, huella hídrica son los nuevos requisitos que los exportadores deben tener cada día más en cuenta para posicionar sus productos.

Sin embargo, la inversión no es menor. Parte desde los 500 mil pesos y va subiendo a medida que se incorporan los sensores o se incrementa la calidad del equipo. Pero una vez instalada la estación, el trabajo recién comienza. “La estación es un fierro a la cual hay que ponerle un valor agregado que es la inteligencia. Yo he visto muchos proyectos que se han financiado y quedan ahí por no ir acompañados de investigación avanzada”, advierte Samuel Ortega.

“Si se quiere avanzar como agricultor no se puede quedar sin esta información, es esencial para todos los procesos, para tener mejor producción y mejor competitividad. No es algo que viene sino algo que ya está y tiene que seguir creciendo”, afirma Gualterio Hugo, jefe de meteorología aplicada de la Dirección Meteorológica de Chile (DMC).

Un poco de historia

Corre el año 1994. Frente a un auditorio lleno de gente, Samuel Ortega comienza a hablar sobre el uso de computadores en la agricultura y siente que el público lo mira con cara de extrañeza. Pocos le creen. Casi dos décadas después esto ya es una realidad, así como también el uso de la agrometereología en nuestro país. Pero para llegar a esto el camino fue largo…muy largo.

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Samuel Ortega comenzó a trabajar con estaciones agrometeorológicas en el año 1988, en EE.UU., donde desarrollaba su doctorado en modelamiento matemático. Durante cinco años, fue testigo directo de las aplicaciones que se hacían para riego y pronóstico de enfermedades que desarrollaba el CIMIS, en California (ver recuadro II). “Cuando partimos en 1994 trabajando con el tema en Chile prácticamente no había nada. Comenzando aplicando el modelo de Penman montheit (PM) para estimar la ET, pero prácticamente hasta el año 97 estuvimos dando palos de ciegos”, recuerda sentado en su oficina del CITRA, en Talca.

El panorama agrometeorológico chileno era bastante escueto entonces. En 1987, la DMC había instalado la primera red nacional gracias a la ayuda de un programa de Naciones Unidas. Ésta consistía en 12 estaciones convencionales, situadas entre la V y VI región. Hoy estas estaciones fueron reemplazadas por estaciones automáticas y forman parte de la red de la Fundación para el Desarrollo Frutícola (FDF), la más grande de Chile.

En 1996 fueron los mismos productores quienes llamaron a las puertas de Ortega. Venían llegando de EE.UU., y vieron en vivo y en directo los beneficios de la agrometereología para la prevención de Venturia en Manzanos. Un proyecto Fondef dio vida a una red compuesta por 15 estaciones.  La primera tarea fue validar y calibrar el modelo. Y los resultados no se hicieron esperar: lograron reducir en un 50% el uso de pesticidas. La agrometereología comenzaba a acaparar la mirada de los incrédulos.

Mientras las investigaciones continuaban, Chile era afectado por la peor sequía de su historia. La CNR efectuaba entonces unos estudios en el Valle de Limarí, y las conclusiones eran lapidarias: las reservas del embalse resistían un año más de sequía con la misma intensidad, pero si el área hubiese estado sometida a un régimen de programación de riego las reservas hubieran durado 3 o 4 años más. Las acciones no se hicieron esperar.

“Nos dimos cuenta inmediatamente de la necesidad de ajustar las dosis y contacté al Citra. Juntos levantamos un programa para el desarrollo de un Sistema de Programación y Optimización del uso de agua de riego, que se convirtió en el precedente del actual SEPOR”, explica Héctor Jeria, de la CNR. El proyecto fue luego traspasado al Ceaza (Centro de estudios avanzados en zonas áridas) y al Instituto de Investigación Agopecuaria, y fue puesto en práctica el año 2001.

Mientras, los resultados obtenidos poco a poco por Samuel Ortega y su equipo seguían dando de qué hablar. “En el programa de asesoramiento de riego que iniciamos el año 96, logramos la reducción de la aplicación de agua desde un 30 a un 60%, inclusive hasta en goteo. Otro impacto que comenzamos a trabajar fue la aplicación del estrés hídrico controlado en viñas con el objeto de mejorar la calidad, cosa que logramos incrementar de un 20 a un 30%. Todo apoyado en las estaciones agrometeorológicas, sumado al monitoreo de humedad de suelo”, explica Ortega.

El 2003 la industria vitivinícola, a través de un proyecto Fondef, quiso tomar el toro por las astas y formar una red nacional de viticultura de precisión enfocada en la VI, VII y la Región Metropolitana, con ayuda de la Universidad Católica. Hasta el 2004 estuvieron trabajando fuerte en el desarrollo de riego sitio específico, no para el viñedo entero, sino que cuartel por cuartel dependiendo del suelo, la calidad y los objetivos de producción. Además se incorporaron nuevas tecnologías como el uso de imágenes satelitales y sistemas de información geográfica.

Los pasos definitivos

El 2007 fue el año decisivo. Nacía el SEPOR, (Servicio de programación y optimización del uso del agua de riego), para las áreas regadas del Río Cachapoal (2ª sección) en la VI Región,  y Maule Norte y Longaví en la VII Región. La CNR financió este proyecto por tres años tras el cual se logró implementar un sistema informático para la gestión hídrica. Doce estaciones fueron ubicadas en referencia y diez se utilizaron como unidades de validación para calibrar los Coeficientes de Cultivo (KC). “El área de influencia del proyecto consideraba  más de 135 mil hectáreas y una población de casi 12 mil agricultores.

Los productores no sólo acceden vía internet a la información sino que también pueden obtener recomendaciones de tiempos y frecuencias de riego para manzanos, tomate industrial, maíz semillero, olivos, arándanos, uva de mesa y vid vinífera. Los datos llegan a través de la tecnología GPRS, lo que permite instalar las estaciones en cualquier lugar que tenga buena cobertura de telefonía celular.

Durante el primer año del proyecto ya se registraron importantes ahorros de agua: 17% en manzanos, 18% en uva de mesa, 40% en uva vinífera y 38% en olivos. En este último cultivo además se ahorraron 45 dólares por hectárea en energía eléctrica. También disminuyeron los costos de cosecha y elaboración de aceite.

En vid vinífera los ahorros de energía llegaron a los 60 dólares por hectárea. Además se demostró que la aplicación de cierto estrés hídrico en ciertos períodos (cuaja/pinta) permitiría aumentar en un 30% la calidad de la planta. “En términos agroindustriales, cuando llega esa uva a la vitivinícola le cuesta menos procesarla porque tiene menos agua, por tanto también se producen ahorros. Y el producto que llega finalmente tiene alta concentración de aroma, color, sabor y eso se le transfiere al vino con el sólo hecho de regar menos”, explica Marcos Carrasco, entonces jefe del proyecto SEPOR.

El único pero va ligado a la disminución del rendimiento en las vides, lo que quedaría compensado con el precio final del vino, lo que no pasa en otros cultivos. Por ejemplo, en maíz semillero el rendimiento se incrementó entre un 14% y 30%.  No es todo: “El estrés hídrico te permite adelantar la maduración, lo que es clave en las viñas porque sobre todo en las variedades tardías como merlot, que se cosechan a mediados/fines de abril y que coincide con las primeras lluvias de otoño, entras en otro gasto que son los controles de oídio y Botrytis”, advierte Carrasco.

“Los pequeños agricultores han ahorrado entre $500 mil y 2 millones de pesos en la cuenta de luz. Y para los grandes hemos logrado ahorros de hasta 70 mil pesos por hectárea. Optimizas el uso del agua, reduces el uso de energía eléctrica para bombear agua, puedes mejorar calidad. Es un ciclo perfecto si es que haces las cosas bien, si es que tienes gente capacitada, si es que le aplicas inteligencia a esta tecnología”, explica Samuel Ortega, director del proyecto Sepor. Los reconocimientos para este proyecto no se hicieron esperar: en junio de este año fue seleccionado por Chile Verde, como una de las 80 iniciativas medioambientales pioneras en nuestro país. Había que seguir investigando.

Redes de precisión

El 2009 fue el año dorado para los fruticultores: nacía la red agrometeorológica más grande de Chile, tras la alianza del FDF, el INIA (Instituto de Investigaciones Agropecuarias), y la DMC. Abarca nada menos que el 87% de la superficie frutícola nacional y en un 50% el resto de los cultivos.  Agroclima.cl hoy posee 200 estaciones (marca Davis y Java), distribuidas entre la I y la XI región. Gratuitamente los usuarios pueden acceder a reportes diarios, quincenales y mensuales de temperatura, humedad relativa, precipitación, acumulación de grados día y acumulación de frío, entre otros.

También tienen a un clic de distancia el histórico comparativo de 4 temporadas anteriores. “Puedes crear tu calve y descargar datos básicos hasta 30 días hacia atrás, con 7 parámetros y 27 subparámetros. Y tiene un sistema de navegación para que cuando entres ubiques la estación más cercana al predio, de acuerdo a un plano”, explica Christián Cabello, administrador de la red.

Pero el acceso a internet es una brecha que hay que tener en cuenta. Por eso se han ideado otros sistemas de alertas. “Hicimos un estudio con respecto al uso de internet y la conclusión fue de que no había cómo llegar a ciertos agricultores. Decidimos desarrollar entonces las alertas a celular, por una UF al año”, precisa Cabello. Alerta de heladas, golpe de sol de manzanos, enfermedades de tipo fungoso (Oídio y Venturia en Manzano, Oídio y Botrytis en vides) y alerta de riesgo de muerte de yemas en varios frutales, son los que pueden llegar directamente al teléfono celular del productor.

No es todo. También, después de años de investigaciones y apoyados por la Universidad de Chile, el INIA y la DMC, han logrado desarrollar pronósticos de fenología de la Polilla de la Manzana (Cydia Pomonella), pronóstico de fenología de la manzana (desde la brotación hasta la cosecha en diferentes variedades) y pronóstico de fenología en uva de mesa.

“La información está validada por una fundación que está constituida por los exportadores más grandes de Chile, ellos son nuestro primer control de calidad. Hay información pública y al día para cada cultivo, actualizada cada 15 minutos, tenemos para 7 variedades de manzana y 4 de uva. Obvio que nos falta desarrollar otros productos, pero es lento”, afirma el administrador de agroclima.cl. También los privados que tengan su propia estación pueden incorporarla a esta red. ¿Los requisitos? Que sea una estación automática, en buen estado, y que los sensores estén bien calibrados.

La industria del vino tampoco quiso quedarse atrás. Disminuir los costos de producción, desarrollar vinos más sanos, con mayor valor agregado y producidos bajo condiciones sustentables fue lo que motivó a los productores vitivinícolas a inaugurar este año su propia red. Hasta el mes de septiembre del 2010, instalarán 33 estaciones Adcon entre el Elqui y Bío Bío.

La idea de esta iniciativa, impulsada por Consorcios y Vinos de Chile, en conjunto con la Universidad de Talca y que contará con el financiamiento de Innova y la empresa Adcon Telemetry, es obtener información e índices bioclimáticos con el principal objetivo de caracterizar los distintos terroirs vitivinícolas y apoyar a los agricultores en la toma de decisiones. Además, se está trabajando para incorporar a esta red a todas las estaciones privadas ya existentes que sean compatibles para tener la mayor cobertura posible. El financiamiento del proyecto Vinnova es por 21 meses. La idea es poder seguir incrementando la gama de beneficios, incluyendo el control fitosanitario y el pronóstico de cosechas.

El rubro ya tiene experiencia. En Cauquenes trabajan hace 4 años con esta tecnología. Junto al monitoreo de suelo han logrado reducir 3 jornadas hombre por hectárea. En Casablanca opera hace cinco años una red privada que  abarca 5 mil hectáreas de viñedos, convirtiéndola en la zona que posee la mayor densidad de estaciones meteorológicas por hectárea del país, con una estación por cada 350 hectáreas.  Ambas redes serán parte de la inaugurada por Vinnova.

Además hay varias universidades que siguen investigando. Las Universidades de Talca, de Chile, Concepción, Austral, Católica y La Serena son algunas de las que han estado trabajando con esta tecnología. También hay empresas que ofrecen servicios para el monitoreo integral de plagas basado en estaciones. Son las redes privadas y públicas que conforman el presente de la agrometereología nacional.

Y ahora…¿qué?

Los investigadores ya están comenzando a dar el siguiente paso. Estudios exploratorios están utilizando la aplicación de redes neuronales artificiales para simular la radiación neta y la ET de las viñas. El futuro se ve promisorio: “Cuando hay muchas estaciones agrometeorológicas, ya no es posible observarlas de forma directa, entonces hay que aplicar otras herramientas. En la práctica para riego esto se va a traducir que el proceso de datos va a ser mucho más rápido, ese es el sueño. Tenemos los estudios preliminares, los resultados han salido espectacularmente buenos, sería lo primero en Chile.”, afirma Ortega.

Otra de las tecnologías que seduce a los investigadores son las imágenes multiespectrales. Hay dos proyectos que ya fueron presentados por la Universidad de Talca. La idea es continuar con el proyecto SEPOR ahora en el Maule Sur, a través de un proyecto Innova y Fondef, uno de los cuales sería aprobado en septiembre del 2010. “Lo interesante es que se introduce la idea de la utilización de fotografía multiespectral para la estimación directa de la ET de la superficie vegetal. La ventaja es que uno tiene el reflejo instantáneo de cuánto está evapotranspirando una cubierta vegetal. Los saltos serían instantáneos porque tú podrías publicar por las radios los programas de riego por cultivo”, afirma Héctor Jeria de la CNR.

Pero hay que partir de cero. Calibrar y validar los modelos vuelven a convertirse en las claves para el éxito de esta innovadora idea. Marcos Carrasco desarrolla su tesis doctoral para probar esta tecnología que se aplica en el mundo desde 1998 y que ha permitido a los regantes de Idaho, EE.UU., ahorrar un billón de dólares. “La idea es utilizar imágenes libres de imposición del servicio geológico de EE.UU., que salen una vez cada 16 días con retraso de un mes, y probar el nivel de error que tienen, con respecto a las mediciones en terreno de las estaciones”, explica el tesista.

Esta tecnología permitiría establecer presupuestos hídricos para planificar el establecimiento de cultivos. “Una vez que el modelo esté calibrado tú podrías generar curvas de KC por distribución espacial y por período de tiempo, sería algo pionero en nuestro país”, afirma Carrasco.  La DMC también trabaja con el INIA y la Universidad de Chile con esta tecnología, específicamente para poder delimitar en un futuro cercano la situación real de las áreas afectadas por las sequías.

Uno de los dolores de cabeza es la búsqueda de financiamiento. Para la implementación del proyecto que continuaría el trabajo realizado por el Sepor, la asociación de regantes del canal del Maule participaría con la adquisición de alrededor de 6 estaciones meteorológicas. La idea es que una vez establecidos los presupuestos hídricos, a los agricultores que le sobre el agua la puedan arrendar a otros con mayores demandas. “Este hecho marca un precedente de cómo se podrían financiar estas iniciativas. No es descabellado pensar que en un futuro la Ley de Fomento al riego pudiera incluir como proyecto de las asociaciones de regante adquirir una red de estaciones”, analiza Héctor Jeria, de la CNR.

Pero, ¿qué pasará con el proyecto Sepor ahora que se acabó el financiamiento? Una de las soluciones que se vislumbraban antes del terremoto, era traspasar en comodato todo el equipamiento a las asociaciones de regantes, quienes se encargarían de la mantención del sistema, mientras que el procesamiento de datos continuaría en la Universidad de Talca. Las conversaciones aún están pendientes, al igual que la idea de incluir estaciones para la entrega de agua desde los embalses.

“Esto no puede radicar exclusivamente en manos de instituciones públicas, y tampoco son tecnologías que se pueden pagar de manera individual. Está bien que el estado financie ciertas iniciativas, pero las mismas asociaciones podrían encargarse del control de los sensores, o bien podría ser un conjunto regional de organizaciones que se agrupen en torno a los desarrollos de proyectos de esta naturaleza”, analiza Jeria. La sinergia del mundo público y privado pareciera ser el camino para seguir creciendo.

“Me gusta comparar la situación de la agrometereología con lo que sucedió con los autos catalíticos. Esta tecnología estuvo disponible por muchos años pero la gente no se animaba a invertir hasta que hubo una regulación al respecto y súbitamente los precios comenzaron a bajar, y de ser un producto de lujo pasó a ser accesible para todos”, reflexiona Bernhard Pacher, de Adcon Telemetry.

Los desafíos para el boom definitivo

Compartir la información, la calidad de los datos, la mantención de los equipos y la capacitación son las claves para que las redes agrometeorológicas puedan seguir avanzando con paso firme en Chile.

Actualmente todas las redes que inundan el panorama nacional no comparten la información. “Hoy día no tenemos relación, pero esto tiene que apuntar algún día a ser el google de la agricultura chilena”, reflexiona Christián Cabello, administrador de agroclima. Pero hay un pequeño detalle: “En este momento no todas las estaciones  cumplen con los requisitos mínimos que se necesitan para entregar datos precisos para la agricultura. Es importante la asesoría de un organismo como nosotros que ya tiene los conocimientos acumulados de 150 años”, explica Gualterio Hugo, jefe de meteorología aplicada de la DMC.

La altura de los sensores y los estándares de ubicación de las estaciones recomendados por la FAO debieran ser el manual a seguir a la hora de la instalación de los equipos. Marcos Carrasco, entonces jefe de proyecto Sepor, constató en terreno la poca uniformidad que aún existe en nuestro país: estaciones ubicadas en el patio de las casas, entre la sombra de los árboles del cultivo o incluso arriba de los techos son la realidad con las que los investigadores deben lidiar día a día.

La calidad de la información es el eje central. “Debiera existir un ente regulador que certifique la calidad de la información, y un programa de certificación para finalmente poder lograr una gran red nacional. Ese ente regulador debiera venir del Estado”, analiza Samuel Ortega, pionero en el uso de la agrometereología.

¿Podría la DMC asumir este rol?: “Nosotros tenemos un laboratorio que tiene los patrones internacionales de la mayoría de los parámetros, somos el ente rector de la meteorología en Chile, nos falta tener una ley que diga que todas las estaciones debieran ser homologadas por la DMC como norma. Estaríamos en condiciones de hacerlo, pero lo ideal sería tener más recursos para poder avanzar y convertirse en este gran ente fiscalizador”, aclara Gualterio Hugo, jefe de meteorología aplicada.

La mantención de los equipos es vital. Los expertos advierten que al menos un 10% del presupuesto inicial debiera ser reinvertido cada año para asegurar la calidad de la información. Y tener en cuenta que la estación tiene una vida útil máximo de 10 años. “En los últimos años hemos instalado más de 3 mil estaciones a lo largo de todo el mundo, pero más de un tercio en reemplazo de sistemas antiguos. Desafortunadamente vemos que muchas estaciones están siendo sacadas simplemente porque nadie se hace cargo de ellas y ningún consultor, especialmente en las redes financiadas por los gobiernos, usa los datos y mantiene las estaciones principalmente por falta de financiamiento y mano de obra”, advierte Bernhar Pacher, quien lleva más de 10 años trabajando para Adcon Telemetry.

Las estaciones de agroclima.cl son calibradas una vez al año con validadores de rango zonales para sus diferentes parámetros. Además si alguna estación falla, existen estaciones de “reserva”, para reemplazarlas mientras ésta se repara. En las redes que conformaban el Sepor, se hacían tres mantenciones por temporada donde se sacaban todos los sensores y se comparaban con un sensor control para ver cuán desviados estaban los datos.

Pero las innovaciones no paran. Los softwares también incorporan nuevos sistemas para alertar a los usuarios de posibles fallas de sensores: “A través de 15 algoritmos diferentes puedes establecer ciertos parámetros para los sensores para que a través de una simple evaluación el sistema te indique si se está arrojando información que no es correcta. Tú puedes programar tus límites de humedad, temperatura y automáticamente el sistema te alerta si algo raro ocurre,”, explica Pacher sobre el software que viene con las estaciones Adcon.  Este sistema de alarmas es sobre todo útil para las grandes redes, ya que muchas veces no es fácil encontrar el personal ni el tiempo adecuado para la mantención.

Sin duda el hueso más duro de roer para todos los proyectos es la transmisión de la información al usuario final. “Transformar todos estos datos en algo sumamente rico en información, pero a la vez muy simple de entender y aplicar para el usuario final es un gran desafío”, explica Christián Cabello, administrador de agroclima.cl.

Para lograrlo el Sepor trabajó con sicólogos laborales para capacitar a sus profesionales para transmitir la información de la manera más apropiada posible. Finalmente se establecieron tres niveles de capacitación, en el que participaron más de mil productores en los tres años que duró el proyecto. El trabajo con agricultores líderes y las charlas en los centros de madres fueron algunas de las iniciativas innovadoras.

“Capacitar es la clave para poder dar un salto cualitativo. Conversé con varios agricultores que me decían que no entendían nada de esto pero que sus nietos se metían al computador y descargaban los datos. Quizás en esta generación no va a pasar la información, pero viene toda una generación de jóvenes y para ellos esto va a ser un tema trivial, por lo que tenemos que prepararlos”, advierte Samuel Ortega. Implementar las estaciones en colegios agrícolas es una de sus propuestas para enseñar desde un principio cómo bajar datos y entender los conceptos básicos. Todo para que la tecnología pueda de una vez por todas atravesar la brecha que la separa de los más pequeños.

Redes agrometeorológicas en el mundo

Aunque no hay cifras oficiales, se estima que en el mundo habrían al menos unas 85 mil estaciones agrometeorológicas , aunque sólo el 25% de ellas operaría en red. En los últimos 18 meses ha habido un fuerte auge de esta tecnología, sobre todo por el desarrollo del “index insurance”, un producto que han desarrollado las aseguradoras. “Por ejemplo en Nairoby, África, si tienes menos de 10 mm de lluvia en ciertos períodos tú puedes cobrar el seguro, cosa que sólo funciona si tienes una estación”, explica Bernhard Pacher, managing director de Adcon Telemetry. EE.UU., Austria, Holanda, Inglaterra y Portugal son los países que lideran el uso de esta tecnología.

En California las estaciones se concentran en Napa Valley. “En esta zona estamos alcanzando entre el 80 y 90% de uso de estaciones, todos entienden que tienen que mirar el clima para aplicar los tratamientos fitosanitarios”, explica Bernhard Pacher. Sólo la  red del CIMIS (California Irrigation Management Information System) cuenta con 130 estaciones automáticas, y un software público con más de 6 mil usuarios registrados.

México también ha venido trabajando con esta tecnología por más de 5 años y cuenta con una red con más de 1200 estaciones agrometeorológicas, número que alcanzaría las 2500 en algunos años más. “México tiene muchas estaciones, todas ellas financiadas por el estado, pero tienen el mismo problema que nosotros: falta de capacitación y desorden. De todas formas, junto a Brasil nos llevan la delantera en cuánto a inversión se refiere”, explica Samuel Ortega, director del Citra. En Brasil opera desde 1998 Agritiempo, un  sistema de monitoreo agrometeorológico desarrollado por la Corporación Brasileña de Investigación Agrícola Embrapa.

En Centroamérica varias compañías están invirtiendo fuerte con el objetivo de reducir en un 50% el uso de fertilizantes en cultivos como bananas, piña y caña de azúcar. También la meta es bajar en un 40% las aplicaciones fitosanitarias. Nuestro vecino más cercano, Argentina, también trabaja hace varios años en el tema. “Tienen muchas estaciones pero también muchas están desactualizadas, con la diferencia que tienen muchos más modelos fenológicos, un ejército de gente trabajando y 100% apoyo fiscal”, manifiesta Christián Cabello, administrador de agroclima.cl

¿Cómo se sitúa nuestro país en este contexto? “Chile se está enfocando a cultivos de alto valor para la exportación. Si lo comparas con países como Brasil, Argentina, Perú, creo que Chile está en una posición bastante favorable”, advierte Pacher. Palabras alentadoras que dan crédito a los 20 años de experiencia que tiene nuestro país en el uso de la agrometereología.

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